De Estela Valverde, Macquarie University, Australia

Liquidando cuentas: la última poesía de Teresa Porzecanski 

Estela Valverde, Macquarie University 

Teresa Porzecanski no es una escritora conocida por su poesía, aunque es un género en 
cual se aventuró desde su infancia literaria. Escritora multifacética, su obra se consolida 
en lo narrativo, que le ha brindado numerosos premios literarios.1 Sus novelas se 
alimentan de lecturas de ensayos filosóficos que se traslucen claramente en su obra y que 
paralelan muchos axiomas de las más destacadas pensadoras feministas francesas – 
especialmente Cixous e Irigaray-en cuanto a su búsqueda de un espacio narrativo donde 
la mujer reivindique y recupere su historia, su genealogía, su conocimiento y su 
expresión. Este ensayo se centrará en su último libro de poesía -Palabra líquida-2 
publicado recientemente. 

Una de las características en la obra de Teresa Porzecanski es su notoria persistencia en 
crear vasos comunicantes con obras anteriores, de distintos géneros e inclusive 
disciplinas, que abordan temas recurrentes y obsesivos dentro de su imaginario. Me 
refiero a su interés en el poder transformativo del amor y la muerte, al cuerpo como esa 
“piel del alma” que limita su vuelo, al agobiante peso espiritual de su “tótem de 
antepasados”, poderosas raíces étnico-religiosas que le hablan a través del tiempo y del 
espacio, y que se mezclan con sus intereses y obra antropológica.3 Es que esta escritora es 
-además de poeta, prolífica novelista y ensayista-profesora universitaria de antropología. 

Su último poemario -Palabra líquida-confirma esos temas recurrentes a través de toda 
su obra y representa simbólica y físicamente esos vasos comunicantes, al estar compuesto 
por una colección de poemas seleccionados de sus dos poemarios anteriores -Esta 
manzana roja (cuentos y poesía) (1972) e Intacto el corazón (1976) por el que obtuviera 
el Premio Remuneraciones Literarias: Mejor Obra en Poesía del Ministerio de Educación 
y Cultura -y tres poemas nuevos que complementan y profundizan esta nueva colección. 
La contratapa del libro anuncia claramente este proyecto: 

1 Teresa Porzecanski ha obtenido los siguientes premios por su narrativa: 1967: Premio Remuneraciones 
Literarias: Mejor Obra Narrativa, Ministerio de Instrucción Pública por El acertijo y otros cuentos. 
(Cuentos); 1986: Mención de Honor, Narrativa, Intendencia Municipal de Montevideo por Ciudad impune. 
(Cuentos);1988: Fulbright Senior Grant. Fulbright Committee, Centre for International Exchange, 
Washington; 1989: Segundo Premio en Narrativa, Intendencia Municipal de Montevideo por Mesías en 
Montevideo. (Novela); 1992-93: Beca Guggenheim. John Simon Guggenheim Memorial Foundation, New 
York. (Fiction); 1995: Premio Bartolomé Hidalgo por mejor novela del bienio; 1993-94: Cámara del Libro 
de Uruguay y Tercer Premio de Novela, Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay por Perfumes de 
Cartago. (Novela); (2004) Premio a la Cultura Uruguaya “Morosoli de Plata en Literatura” por toda la obra 
publicada. Fundación Lolita Rubial, Uruguay; (2005) Beca de la Fundación Rockefeller para una estadía 
en el Bellagio Study Center, Bellagio, Italia.
2 Porzecanski, Teresa Palabra líquida. Montevideo: Atico Ediciones, 2006. De aquí en adelante citado 
como PL. El número de las páginas citadas aparecerán en el texto.
3 Por un detallado análisis de su obra narrativa y una completa bibliografía de su obra ver Estela Valverde, 
Perfumes letales y banquetes eróticos: los mundos de Teresa Porzecanski. Montevideo: Linardi y Risso, 
2005. 




PALABRA LIQUIDA congrega algunos poemas seleccionados de Intacto el 
corazón (1976), otros de Esta manzana roja (1972), ya sea en versión original o 
transformándolos parcialmente por el continuo reacomodamiento de sonidos, 
imágenes y significados. Sumado a ello, Pequeņas conversaciones con Dios, Esa 
muerte y las otras, y Adam, dan a conocer poemas inéditos, escritos 
intermitentemente a lo largo de las últimas tres décadas. No hay textos 
definitivos, terminados; todo está en proceso continuo de regeneración y sujeto a 
los vaivenes de la expresividad imprevista que rotulan los momentos vitales (PL, 
Contratapa). 

Y esta última frase nos aproxima definitivamente al ideario de Porzecanski, 
perfeccionista al máximo de sus palabras, tal como lo confiesa personalmente: 

Para mí escribir es como esculpir, una tarea ardua. Yo vuelvo sobre lo escrito, 
cincelo el texto hasta que logro la perfección… 

…yo pienso que mi escritura es la escritura de una pintora, o sea, es una escritura 
que describe como (sic) un pintor dibujaría eso, ŋno? Siempre me imagino al 
Bosco, o a otros pintores del Renacimiento, con una gran carga de simbolismo, 
pero además con un cuidado del detalle de la cosa terminada, terminada hasta la 
obsesión última.4 

Esta “obsesión última” que lleva a la autora a reeditar selectivamente sus poemas 30 aņos 
después, escogiendo los memorables, “cincelando” algunos de ellos –quizá porque Una 
manzana roja era uno de esos “hijos” de los cuales ella se sentía separada-5 y agregando 
sus nuevas incursiones en el género, esas tres últimas adiciones que consuman a 
Porzecanki como una lograda poeta de la angustia existencial: Pequeņas conversaciones 
con Dios, Esa muerte y las otras y Adam. El título de la colección nos habla precisamente 
de ese ajuste de cuentas que hace consigo misma, a través del cual al mismo tiempo 
‘liquida’ simbólicamente aún más su palabra, haciéndola fluir a través del tiempo y del 
espacio. 

Es que Teresa Porzecanski usa la escritura como un instrumento de búsqueda, porque 
confiesa que su “verdadera vocación” es la filosofía.6 No en vano ella se ha identificado 
con Clarice Lispector,7 pues ambas escritoras esculpen narrativas de descubrimiento 
similares y desmadejan un profundo componente pasional. Podríamos decir que la 
exploración de Porzecanski, que comienza con una atención y crítica a la palabra misma 
y una exploración a través de esa palabra -compartiendo los intereses de Kristeva y 
Cixous-; pasa luego -a lo Irigaray-a ocuparse en crear un espacio y una genealogía para 
la mujer. 

4 Valverde, Estela “Buceando a ciegas: primer encuentro con Porzecanski” entrevista con Teresa 
Porzecanski otorgada en Montevideo el 17 de febrero de 1995 y editada en Perfumes letales, op. cit. p. 142. 
5 Ver op. cit., p. 150. 
6 Op. cit, p. 152. 
7 Op. cit. p. 155. 




"Todo está relacionado con todo…y todo puede ser leído, interpretado... No queremos 
que nos obliguen a una vida separada del cosmos… porque estamos ligados 
inevitablemente a las estrellas,"8 dice uno de sus personajes femeninos. Esa preocupación 
ontológica es precisamente la que la guía en su búsqueda genealógica, mitológica, 
espiritual y lingüística. 

Porzecanski sostiene que la escritura que hacemos como mujeres tiende a una triple 
marca que ella denomina “desborde, ruptura e intersticio”. “Desborde” en cuanto a su 
búsqueda de libertad de expresión; “ruptura” entendida como un intento de “desdibujar 
los consensos establecidos por los discursos ya legitimados” y “des-estereotipar algunos 
de los cánones de esa ‘femineidad social’” e “intersticio” por el afán de hablar de lo “no 
importante… no relevantes para la mirada del discurso patriarcal”: 

Escritura que revisa, que redefine los desfasajes [sic] entre biología y cultura, 
entre autonomía y dependencia, entre cuerpo y pensamiento, entre sensibilidad y 
raciocinio, la escritura de las mujeres hace notar y problematiza las categorías 
más ocultas de los prejuicios de género.9 

A través de su obra Porzecanski se alinea definitivamente con esta propuesta literaria, 
denunciando el destino asignado al cuerpo de la mujer, quejándose de esa obligación al 
despliegue de belleza y buenos modales, al sufrir y callar a que nos han condenado desde 
el comienzo bíblico de nuestros días: 

Si la lengua y la escritura posibilitan una forma de conocimiento, una exploración 
de mundo y del sentido de las cosas, no sorprende entonces el hecho de que las 
mujeres sientan de pronto y con intensidad, la necesidad de desbordarse en el 
empuje expresivo con que combaten su tradicional simulacro de silencio. La 
escritura femenina intenta atravesar ese cuerpo constreņido por los maniquíes, la 
cirugía, la gimnasia, la obligación de no envejecer, las dietas para adelgazar, ese 
cuerpo deserotizado por las licuadoras, las lavadoras, los anticonceptivos, los 
detergentes, y apunta a liberar las mentes abrumadas por las presiones de la 
publicidad y la industria. Buscando aquello que se le ha decretado prohibido, que 
es nada menos que sí misma, la escritura de la mujer separa uno a uno los 
emblemas que encubren su pretérito silencio decretado por otros.10 

El “simulacro de silencio” es roto finalmente por Porzecanski al denunciar cómo las 
categorías sociales son literalmente inscriptas en el cuerpo femenino, con sus 
prescripciones específicas acerca de los colores con qué pintarlos (cosméticos), las 
cubiertas con qué taparlos (moda), las maneras de lidiar con esos marcadores masculinos 
que debemos femeneizar (el pelo y el bello corporal). Nuestro silencio debe ser ocupado 
por letras y palabras que nombren, demanden y establezcan nuestro espacio como 

8 Porzecanski, Teresa “Carol Morgan, astróloga” bajada el 10 de nov de 2004 de 
http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Porzecanski/curriculum.htm9 Porzecanski, Teresa (1996) “El silencio, la palabra y la construcción de lo femenino”, ponencia inédita 
presentada en la 22a Feria del Libro de Buenos Aires. 
10 Porzecanki, 1996. 



individuos con plenos derechos humanos. 

Porzecanski se pone su sombrero de antropóloga para recordarnos la manera en que 
nuestro cuerpo ha sido utilizado, separándonos de los hombres y su ámbito de poder y 
relegándonas al entorno doméstico como segundonas cósmicas de este mundo: 

El análisis de variadas mitologías relativas al peligro y a la contaminación de la 
preņez, la sangre menstrual, o meramente de las mujeres, en múltiples culturas de 
las llamadas "primitivas", lleva a M. Douglas a concluir que "nos encontramos 
entonces con ideas de contaminación que se usan para mantener a mujeres y 
hombres (separados) en las funciones que les toca desempeņar" a través de 
rituales que mantienen en su lugar los roles de género y la distribución 
(asimétrica) del poder.11 

En ese ensayo Porzecanki hace explícita la denuncia de esos rituales a los que se enfrenta 
categórica y valientemente a través de su obra, donde el cuerpo de la mujer se vuelve la 
imagen central de sus obras según lo confirma la propia autora: 

Cuando empecé a escribir poesía había un movimiento feminista pero las mujeres 
poetas no tocaban temas como la menstruación o el embarazo. En Intacto el 
corazón, mi único libro de poemas, escribí un poema que tenía que ver con los 
hijos que no nacieron. Después de eso empecé en una manera solitaria a escribir 
sobre estos temas---sangre, menstruación, embarazo--y hubo mujeres que 
seņalaron que eso a nadie le importaba. A medida que inventaba más personajes, 
yo sentía que tenían que estar esos elementos y no podría explicar por qué empecé 
a desarrollarlos. Nadie escribía entonces sobre la corporalidad de la mujer, cómo 
tenía sus hijos, si la madre disfrutaba o no teniendo un hijo y había todos esos 
estereotipos que afirmaban que la maternidad era algo que enriquecía a la mujer, 
lo más importante de su vida. No sólo destruía todo lo que había sido lugar común 
sino que describía su antítesis y una manera de ser que era diferente a la manera 
de ser masculina. No era una posición a tener para una escritora que recién 
empezaba a escribir en el Uruguay.12 

Una escritora que precisamente estaba nombrando lo que hasta ahora había sido 
innombrable: los aspectos que conectan a la mujer con la creación y el mantenimiento de 
la especie. La literatura de Porzecanski representa precisamente ese “desborde, ruptura e 
intersticio” que ella misma describe. 

La poesía de Porzecanski complementa dialógicamente13 su ensayo y su narrativa y se 
centra alrededor de la ruptura textual, entendiendo texto como escritura –contenedor de 

11 Douglas, Mary Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú. Madrid: Siglo 
XXI Editores, 1973.12 Flori, Mónica “La narrativa de Teresa Porzecanski. Una conversación con la escritora uruguaya”, Inti: 
Revista de Literatura Hispánica (Cranston), Autumn; 54, 2001, 207-218. También publicado en Espéculo 
(Madrid), 2001 nov-2002 feb; 19, Web site: http://www.ucm.es/info/especulo/numero19/porzecan.html.
13 Usamos el término “dialógico” en oposición a “dialéctico” en cuanto a “resistencia a una reconciliación 
de los opuestos y la insitencia de la reciprocidad de dos o más voces antagónicas.” Anne Hermann, The 



ideas-y texto como piel –contenedor de fluídos, de tótems anidados en nuestros genes, de 
pasados, de futuros-. Las “rupturas” de Porzecanski son multifacéticas y dialógicas, en 
cuanto se relacionan unas con otras como vasos comunicantes que se complementan 
mutuamente. Del mismo modo que sus poesías se entrelazan en Palabra líquida, porque 
para Porzecanski la mujer es eso: líquido puro que se desliza entre los vericuetos de la 
vida, entre la solidez del hombre, entre la vida y la muerte. 

El cuerpo de las mujeres de Porzecanski no se eleva en un pedestal poético ideal como el 
de Agustini, se expone a ese mundo cotidiano, secreto y pacato en el que convive, con 
desafío y confianza en la palabra: la menstruación un fenómeno orgánico tabú con el cual 
las mujeres tenemos que lidiar mes a mes, aņo a aņo, es escrito sin reservas ni 
misticismos: 

Todos los meses 
un hijo de que no tuve 
se me deshace en sangres 
y me disuelve entraņas 
En un parto pequeņo, 
una muerte modesta, 
la sangre, la semilla, 
los tejidos, la sangre 
………………….. 
Una lucha siniestra, 
una muerte modesta, 
no podrás ver el rostro 

de cuatrocientos niņos (PL,14) . 

Esta es la magia innata de la mujer: ser capaz de concebir cuatrocientos vidas, imagen 
persistente en toda su obra. La sangre de las mujeres de Porzecanski explota desde sus 
entraņas y ocupa un lugar preponderante en su creación literaria. La autora nos dice que 
ella concibe a la mujer “líquida, desde su sangre menstrual hasta todo lo que segrega su 
cuerpo” y “ese líquido de la mujer se esparce por todos lados” y derrite a los hombres, 
seres “sólido” per se en su imaginario.14 Esta percepción paralela la visión de muchas 
pensadoras feministas, especialmente de Luce Irigaray en Amante Marine quien opina 
que el elemento marino representa tanto el líquido amniótico como la jouissance 
femenina, con el constante vaivén de las olas, totalmente contraria a la representación 
masculina de erección y flacidez, 15 roca y espuma. 

Explorar elementos vicerales puede ser perturbador porque, tal como nos seņala Elaine 
Scarry, las entraņas representan “la esencia cultural”.16 Exponer además no sólo lo 
interno, sino lo secreto del cuerpo femenino es aún más controversial e insubordinado, 

Dialogic and Difference: “An/other woman” in Virginia Woolf and Christa Wolf. New York: Columbia 
University Press, 1989, p. 15.
14 Valverde (2005), p.167. 
15 Irigaray, Luce Amante Marine: De Friedrich Nietzsche, Paris: Editions de Minuit, 1980, pp. 48-49. 
16 Scarry, Elaine The body in pain. Oxford: Oxford UP, 1985, pp. 189-190. 




sobre todo teniendo en cuenta las raíces ancestrales de la autora. En el momento en que 
Porzecanski quiere comunicar lo sacro, la encontramos siendo tironeada por dos 
tradiciones diferentes: sus propios parámetros judíos que aceptan que hay ámbitos 
“indecibles” e inaccesibles para la mujer y la tradición occidental cristiana que cree que 
todo puede ser expresado en forma lógica e inteligible. Ante esa disyuntiva Porzecanski 
opta por decir “lo indecible” a lo Wittgeinstein,17 a través de un discurso que la libera del 
rígido orden ancestral hegemónico y logocéntrico, guiada por las emociones que anidan 
en su seno: “ŋQué es esta oscura premeditación adentro mío? ŋQué, esta trampa que no 
tiene huída [sic]? ŋQué, finalmente, esta horrenda prisión de engendrar carne, forma y 
carne, desde la nada?” 18 

La poderosa imagen del paraíso sella igualmente su último libro de poesías. Palabra 
líquida está contenida dentro de tapas verdes, escrito también en verde como el paraíso 
mismo, sellando el simbolismo con la propia imagen de Adán y Eva en el Jardín del 
Edén, momento atávico en que la mujer se convirtió en segundona cósmica. 

Es interesante notar que a pesar de la posición metafísica que le asigna a la mujer, 
Porzecanski denuncia ese aspecto negativo de la maternidad. En este sentido se acerca a 
Kristeva quien se pregunta hasta qué punto las madres no están en el preciso polo opuesto 
de la disidencia, pues al mantener la especie están perpetuando y garantizando el orden 
social existente.19 El cuerpo femenino es la garantía de perpetuación de lo bueno y de lo 
malo y su atadura mayor al poder falocéntrico imperante. Esa maternidad es precisamente 
lo que los hombres han querido controlar desde el mismo comienzo de la creación y lo 
que la hace vulnerable y dependiente. 

Consciente de que el cuerpo de la mujer es portador de los misterios de la vida y la 
muerte, -“Yo busco lo femenino en su faz ambigua a la vez creativa y productiva pero 
también gestora de la muerte.”-20 explora los contactos corporales entre ellas y lo mítico, 
convirtiéndolas en sacerdotisas de todo lo sagrado, en “ejecutoras de hechos mágicos, 
milagrosos” (Perfumes, 8), porque desde su punto de vista antropológico, considera que 
es ésta una característica humana y hasta nacional: 

Estoy convencida de que los seres humanos, y la sociedad uruguaya 
especialmente, no rigen sus acciones por caminos racionales, sino que buscan un 
sentido mágico. Ese sentido lo buscan dónde sea y a partir de lo que sea.21 

En la obra literaria de Porzecanski la mujer pare, sangra y gime y esa trasgresión del 
orden privado que es catapultado hacia el orden público sin tapujos ni “gestos 

17 Por una síntesis del pensamiento de Ludwig Wittgenstein en su Tractatus Logico-Philosophicus, ver 
Langer, Susanne K., “Discursive and Presentational Forms” en Robert E. Innis Semiotics, London, 
Hutchinson Group, 1985.

18 Porzecanski, Teresa Una novela erótica. Montevideo: Editorial Margen, 1986; 2Š edición: Montevideo, 
Editorial Planeta, 2000, p. 27.

19 Ver Julia Kristeva, “Un Nouveau Type d’intellectuel: Le dissident,” Tel Quel , 74 (1977) , pp. 3-8. 
20 Valverde, Estela “Buceando a ciegas”, p. 145. 
21 Valverde, (2005), p. 160. 




protectores” 22 es de por sí un acto político, es el discurso feminista que proclama que ya 
no existen barreras entre lo público y lo privado porque los límites dentro de la 
posmodernidad se han tornado permeables. 

Así, el cuerpo femenino hace un doble movimiento involutivo: Por un lado es abierto, 
desacralizado, los ciclos vitales encerrados en él expuestos de un forma imprecedente en 
la literatura uruguaya, cuestionados y vituperados, la maternidad vista como una 
maldición más que un regalo divino. Pero irónicamente, lo que comúnmente pensamos 
como “desacralización” ie. nombrar los jugos internos, el útero maternal, los partos, 
resulta desde el punto de vista religioso lo sacralizable. Scarry nos recuerda que es el 
útero, el aljibe, últimamente la sangre de Cristo, es lo que se eleva en el imaginario 
religioso y se convierten en el altar divino.23 La mujer al exponer su sangre, se sacraliza 
y se reposiciona en ese altar divino. Fiel a su habitual actitud transgresora, Porzecanski 
personifica a Dios en el cuerpo de una mujer, desafiando el concepto de que la imagen 
divina es invisible e irrepresentable para el judío y la premisa esencial de la religión 
occidental de que Dios es hombre. 

De pronto la sexualidad, la maternidad, las construcciones genéricas, las tradiciones 
religiosas, todo se ha vuelto un tema polémico. Su poesía esclarece y confirma sin tapujos 
esta característica de su obra, floreciendo dentro del ámbito doméstico, desde esos 
espacios que están “fuera del discurso patriarcal” y donde el cuerpo de la mujer puede 
expresarse libremente y con confianza: 

…facsimil de odalisca, 
llego hasta mi cocina 
esta pobre maņana 
con flores y canastos 
de verduras y frutas. 
Entro al almuerzo humilde 
increpando a las ollas, 
el aceite chispea 
sobre las zanahorias, 
el canario aburrido, 
sin alas, ya doméstico, 
mastica impenitente 
una nube de ruido. 
Pasan ómnibus, pasan, 
pasan autos, vecinas, 
las gallinas cloquean 
en los patios cercanos, 

22 Irigaray, Luce “Questions” en Margaret Whitford (ed.) The Irigaray Reader. Oxford: Blackwell 
Publishers, 1991, pp. 135-136.
23 Scarry analiza el altar como “un artefacto en el cual se proyecta el interior del cuerpo humano hacia el 
mundo”. Para ella creer en las escrituras es “literalmente dar vuelta como una media nuestro cuerpo – 
imaginar, crear la capacidad de pensamiendo simbólico y religioso comienza con la capacidad de dotar a 
los eventos físicos interiores con un referente externo, no físico”, p.190. (La traducción es mía.) 




y solos, desatados, 
aņorantes, deshechos, 
los cepillos se arriman 
a viejas azoteas. 
Esta maņana es triste, 
las lentejas se quejan 
en gritos lastimeros 
sobre el mantel profano. 
……………….. 
Sábado alucinada refriego los zaguanes 
a ver si está el muchacho de los ojos verdes, 
para robarme de toda esta semana 
el sabor de otro domingo triste (PL, 11-13). 


Porzecanski va integrando a través de su obra todos los secretos femeninos, exponiendo 
la política de la subjetividad al ámbito público. La casa y dentro de ella la cocina, que 
constituye la guarida femenina por excelencia, ocupa un lugar preponderante. Es 
precisamente a través de la comida, donde gran parte de la sensualidad femenina de la 
mujer es expresada. Dentro de ese ámbito interior sellado al público, es el amor el que 
rompe la monotonía mortuoria, la domesticidad aburrida, el que le da el incentivo de vivir 
otra semana hogareņa y repetitiva. La vida cotidiana es rutinaria y monótona, pero unos 
ojos verdes pueden ejercer un poder transformador y edificante: “Un 
acostumbramiento/al igual que una muerte,/digamos necesaria,/ para no enloquecer (PL, 
15).” Su poesía refleja la relación dialógica que ella siempre percibe entre la vida y la 
muerte y el defasaje inquietante que trae el desconocimiento de su propio cuerpo: 


Yo no soy esta sangre, 
yo no soy este cuerpo, 
yo no siento dolor 
por estas penas. 
Yo no soy estos huesos, 
yo no soy estas lágrimas; 
más allá del ahora 
me contemplo vivir. 
Y al pasar de los giros 
de las órbitas áureas, 
de equinoccios y cambios 
de color y estación, 
con los ojos abiertos, 
inocentes y mudos, 
yo contemplo esta muerte 
porque voy a vivir (PL, 25). 


Aínsa nos explica que la autora invierte el método cartesiano “Pienso, luego existo”: 
Porzecanski piensa su cuerpo y éste le confirma su existencia. Los cuentos de Teresa 
Porzecanski representan para él “una dolorosa comprobación de la fragilidad del cuerpo 




humano y lo difícil que es mantener el equilibrio de la mente que debe regir funciones 
fisiológicas y ritmos circulatorios bajo la constante amenaza de su desarticulación”. 24 Es 
ese desconocimiento de su propio cuerpo que incita a la autora a jugar muchas veces con 
la idea del suicidio, no sólo en la poesía sino también en su narrativa. Pensamiento 
alarmante que ella camufla de distintas maneras, burlándose de sí misma y proponiendo 
matar la culpa para “soportar la delicia de un epitafio limpio/ y el goce de morir 
simplemente olvidados (PL, 26)”. 


Amor y muerte siempre andan de la mano en el imaginario de la autora. Ya en la primera 
poesía de esta colección, nos dice: 


Cruzar las puertas de sí mismo 
Hacia destierro de todas las penurias. 
………………. 
y descubrir , después de todo, 
que el corazón se ha mantenido intacto. 
………………. 
Pero cuando, de pronto, 
con un gran estampido, 
ese amor aparezca 
y tengas que parirte, 
allí donde conservas 
intacto el corazón…(PL, 7-8). 


El amor nos obliga a salir de nosotros mismos, a estrecharnos fuera de nuestra caparazón, 
como un caracol que cambia de piel, a romper nuestra “piel del alma”, ese contenedor de 
religiosidades y mitologías que, abierto, sacraliza definitivamente el cuerpo femenino y 
lo lanza en una explosión cósmica hacia el infinito. Esa caparazón que ante el sufrimiento 
ella solidifica y usa como escudo protector de la intrusión externa: 


…Por propia decisión dejé de lado, 
ternuras y piedades sensibleras, 
para construir este robot que bien funciona, 
para armar esta caparazón 
de carne de mis huesos, 
este armazón de hierro de mi carne, 
y el mecanismo estándar de mis pasos. 
Para poder decirte “no me importa”, 
he vomitado todos/mis temblores varios, 
extirpado de mis heridas 
los vendajes, 
y soy un gangster por un sueldo impago, 


24 Aínsa, Fernando “Del canon a la periferia: Encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya”, 
Website: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/02427218656920720976613/p0000004.htm 
También en Aínsa, Fernando “Los refugios del cuerpo desarticulado”, Website: http://letrasuruguay.
espaciolatino.com/ainsa/los_refugios.htma 



un cero a la izquierda, 
un árbol de la calle, 
que te dice y repite “no te quiero”...(PL, 38). 


Porzecanki protege su “yo” endureciendo su cuerpo, convirtiéndolo en un tronco 
insensible que se mantiene erguido a pesar de sus guerras internas. 


La expresión del deseo femenino va in crescendo en Porzecanski. Ya la palabra es capaz 
de nombrarlo todo, transgrediendo las limitaciones genéricas, las pautas logocéntricas: 


Soy hija primogénita 
de tu paternidad invisible, 
de tus deseos caros 
de redimir el mundo. 
………………. 
Pero al fin, hija tuya, 
de angustias ancestrales, 
tú sabrás si el Profeta 
concedió nuestro incesto (PL, 31). 


Así en su “Príncipe Azul” Porzecanski invade el tabú del incesto, trayendo su padre a su 
imaginario. Es que su padre jugó un papel muy importante en su vida como nos confiesa 
personalmente: “Con mi padre aprendí sobre el valor de las pequeņas cosas que 
constituyen nuestra vida y nuestra felicidad cotidiana… un sentido del goce de la vida… 
El no vivía en el pasado sino en el presente, disfrutándolo al máximo...25 


Nuestros antecesores dejan huellas indelebles en nuestro imaginario, marcándonos para 
siempre, muy a pesar nuestro. Tanto que la autora, como tantas mujeres con un alto 
sentido adiposo, compara a su padre con sus otros amores: 


Parecido a vos, menos litúrgico, 
de vuelo propio y raudo hacia su centro; 
ignoto como vos pero más mágico, 
oblicuo como vos y menos trágico. 
…………….... 
el hombre que amé a trasluz de las imágenes 
fue parecido a vos y sólo, parecido. 
……………… 
Esta ecuación absurda 
también como otras cosas 
significa: tú existes 
aún sobre la Tierra 
y llegarán tus hijos 
a mi matriz abierta (PL, 32-33). 


25 Valverde, Estela “Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá”, entrevista con Teresa Porzecanski otorgada 
en Montevideo el 2 de febrero de 2005 y editada en Perfumes letales, op. cit. pp 162-165. 



Esa matriz de la cual tanto ha hablado Porzecanski, poseedora del germen de los tótems 
de sus antepasados, trasmisora de vida sin controles ni brújulas. 

La autora no idealiza la maternidad como tal, sino que expresa esa eterna queja femenina: 
la angustia de que su cuerpo esté predestinado a concebir con dolor, hecho que 
desconcierta y subleva a sus personajes femeninos, como lo dice claramente en Una 
novela erótica, aclarando el significado de la imagen de la tapa de su último poemario: “. 
. . Vade retro, hombre vade retro, Domini Dominus, no te acerques. . . Mi propia muerte 
convive aquí adentro mío. Se está gestando al tiempo que mi vida. . . vuelve a la llama 
eterna vomita la manzana Adám [sic], vomita todas las vísceras calientes, excreta la 
manzana Adám [sic], reintegra la costilla… Y que se pueda parir sin dolor y que yo sin 
dolor tenga mis hijos.”26 

Pero volvamos al poema en cuestión -“Príncipe Azul”-y a su iluminador final: 

…Ellos han dicho sin embargo 
que no he sabido amarlos 
Deseaban tanto verse 
en mis entraņas 
sin sospechar que esa visión 
los mataría, 
porque el espejo que construí 
para mirarlos 
me rescató también a mí 
de mi ignorancia. 
Yo, hija mía, no he intentado 
salvar mis fueros afectivos 
a costa de meras ilusiones, 
ni construir un edén artificioso, 
para lograr tiempos mejores. 
Y aunque ellos hubieran preferido 
ese trivial amor 
apenas humorístico, 
bien sé que los he amado 
a pesar de sí mismos (PL, 44-45). 

Esa queja de su familia “de no saber amarlos” resuena en mis oídos de varias de mis 
colegas dedicadas al servicio social. Sus familias resienten que esa madre se dedique a 
otros más que a ellos mismos, reclamo que Porzecanski confiesa muy certero. Así esta 
poesía que cierra “Príncipe Azul” pone los puntos sobre las íes en cuanto a sentimientos 
familiares. Dirigido especialmente a su hija, es un recordatorio de las tensiones 
madre/hija que ella sufrió personalmente durante muchos aņos.27 

26 Porzecanski, Una novela erótica, op. cit., pp. 76-77. 
27 Ver Valverde, “Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá”, Op.Cit. 



A la colección de “Príncipe Azul” la sigue “Orfandades” marcando claramente el estado 
de ánimo de la autora y posicionándose como autora máxima de sus obras, única 
responsable y actora de su propia vida: 


Nadie puede darnos/la gloria verdadera. 
………………. 
Hojas de parra edénicas 
no bastan; 
…………….… 
Somos los padres, los hermanos, 
de nuestro propio yo, 
somos los hijos 
iconoclastas, desahuciados, 
meras muestras de Dios 
libradas a su suerte. 
Huérfanos de lo rotundo, 
……………..… 
la orfandad nos regresa 
al punto de partida: 
más que tú mismo, ningún otro 
decide 
la gloria verdadera (PL, 51-52). 


Aquí tenemos una Porzecanski desilusionada y racional, expresando sus pesares en un 
tono plenamente existencial dentro de una soledad iluminadora, enfatizando 
simbólicamente esa mujer que toma decisiones por su cuenta. Ya su fe no le alcanza para 
justificar su vida: somos nuestra propia creación y es bueno recordarlo antes de caer en 
pesimismos trágicos. Es el mismo sentido de soledad que expresa también en su 
colección “Lugares”: “En el aeropuerto/había una mujer llorando;/llegaba o partía hacia 
algún lado/y lloraba y lloraba en el recinto…(PL, 55).” 


El tema del viaje es persistente en su obra y se liga al pasado inmigratorio de ambos 
padres. Pero la alegría del viaje de otras obra contrasta con la tristeza de esta mujer que 
deja sin duda seres queridos en pos de otros horizontes. Quizá sea su expresión 
inconsciente de la angustia de ver emigrar a sus propios hijos a otras tierras, expresada en 
su “yo solo quiero que me dejen quieta,/simplemente que me dejen quieta” (PL, 56), 
rechazando unirse a su familia en el viaje y planeando bajar las persianas del cuarto de su 
hotel y empezar “el viaje verdadero” (PL, 56), borgiano por demás y un tanto trágico. 


“Lugares” habla precisamente de la relatividad del tiempo y del espacio, simbolizada en 
las fotos emblemáticas de los viajes bajo marcos desgastados (PL, 59) y el camisón de 
Otilia, hecho ya jirones, dejado en un hotel de Lima, recuerdo de una indiscreción que 
sólo ella recordará de por vida. 


La próxima colección del libro “Esta manzana roja” habla del proceso de represión 
sufrido en Uruguay durante la dictadura que cubrió al país “de tortura, de sangre,/ y 




ateridos cadáveres” (PL, 65). Dentro del horror y el caos sólo el amor ha permanecido 
intocable: 

Pero nunca podrán deshacer 
tu pequeņa pelea, 
tu gesto digno, 
la ternura escondida 
y resguardada, 
el humilde afán 
de tus entraņas. 
Recibí el oscuro 
mensaje de tu incendio 
y, por haber ardido 
sé que nadie podrá 
quitarnos 
el puro acto 
primigenio (PL,66) . 

Ese acto primigenio que es para Porzecanski transformador y único, “pequeņa muerte”, 
síncope que rompe el fluir de la conciencia según Cléments28 y que nos abre en otras 
dimensiones: “‘El momento en el que estás debajo de un hombre, y él te cubre y todo se 
transforma en hirviente caverna, guarida, nicho, piel’” hace decir la autora a uno de sus 
personajes.29 

Porzecanski, demuestra que en el cuerpo de la mujer no sólo anidan múltiple deseos y 
zonas erógenas –como revela Irigaray – sino que, siguiendo de cerca los pasos de esta 
pensadora, su obra incita a “un retorno a lo cósmico, pero al mismo tiempo 
preguntándonos a nosotras mismas por qué fuimos interrumpidas en nuestro proceso de 
convertirnos en divinas.”30 Ese cuerpo debe ser revalorado, para desentraņar esa diosa 
que ha quedado enquistada en sus entraņas. 

Pero esta “pequeņa muerte” de ahora, en medio de este tiempo de violencia y 
desapariciones, es mundana y sórdida: 

…A la seis yo me tomé el café 
y me queda hambre 
para comer galletas. A las siete 
expulsé sin sudor 
mi mala dieta. 
……………..… 
tiritamos juntos a las nueve 

28 Clément, Catherine (1994) Syncope: The Philosophy of Rapture. Minneapolis and London: University of 
Minnesota Press, 1994, pp. 7-12.

29 Porzecanski, Teresa La piel del alma. Montevideo: Seix Barral, 1996, p 15. 

30 Irigaray, Luce Divine Women, S. Muecke (transl.), Sydney: Local Consumption Occasional Papers, 
1986, p. 8. 



se oxida en mis entraņas 
tu profusión fecunda interminable. 
Ya a las diez yo huelo a desperdicio 
y a las once se me cierran los ojos (PL, 69-70)… 


Es la rutina del amor, esa rutina que termina matándolo. Aquí el cuerpo de la mujer se 
muestra tal cual es, sin tapujos: expulsa sus residuos, se convierte luego en receptáculo de 
profusiones malolientes, para morir simbólicamente en el encuentro con el Otro. Son 
tiempos de guerra y Porzecanski los canta así.. “Lo que tú eras/ y yo pude haber sido/ya 
no existe” (PL, 71) declara al final, cerrando esta relación dolorosa y el pasado sangriento 
para abrirse en un diálogo sin Dios y con la muerte: “Comenzamos a hundirnos, no 
rezamos/y hemos muerto/dulcemente/a medianoche (PL, 70)”. 


Tanatos es precisamente el que marca sus próximas dos nuevas colecciones que cierran el 
libro, inspiradas por la muerte de su padre y de su esposo: “…perder a alguien querido te 
transforma”31, nos confiesa la escritora. Así “Pequeņas conversaciones con Dios” subtitulada 
“Judía”-está dedicada a la muerte de su padre: 


Escribo y un anciano 
de barba refulgente 
……………… 
y de huesos pienso tan traslúcidos, 
que parece sin cuerpo 
y sin embargo, 
se arrastra y atraviesa 


el burdel acuoso 
de la Historia… (PL, 77). 


En el imaginario de Porzecanski los muertos conviven con los vivos, marcando su 
presente y su futuro y haciéndose oír como un tótem de antepasados que arraigan y guían 
a los vivos: 


Porque son muertos 
y más muertos que me miran, 
a su pesar, espectros 
desacatados, tercos. 
Porque están muertos 
y me miran, 
y porque yo, 
también los miro (PL,79). 


Se resisten a ser relegados al olvido, tercamente retornan a intervenir en los seres ligados 
a sus genes. Son esencia y presencia de la muerte y la vida y viven en su imaginario de 
forma real y muchas veces perturbadora. 


31 Valverde, “Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá”, op.cit. 



Recordamos aquí un axioma de su obra que Porzecanski exploró a fondo en su novela 
Felicidades fugaces: los muertos guardan el secreto de la felicidad de los vivos. Es más, 
la autora declara abiertamente su ideario: 

[El tótem]es vivido también como condena, como cadena, como algo que no es 
fácil de romper y la idea de la modernidad de que un sujeto es un sujeto y no le 
debe nada a nadie, para mí es totalmente falsa…Yo como estudié antropología, 
conozco todas esos sistemas de creencias que sostienen que al morirse los 
antepasados el sujeto lleva un pedazo de sus almas, o sea que los sujetos tienen 
varias almas, como en las creencias africanas. Algunas de esas almas son las 
mismas que las de sus antepasados, a través de los diferentes cuerpos de una 
genealogía.32 

A la muerte de su progenitor Porzecanski “su alma” judía toma conciencia del legado 
étnico/religioso que le dejó este antepasado. Esa salmodia a su abuelo se convierte de 
pronto en una hacia Israel, su tierra ancestral: 


…estás en mí Israel como una entraņa, 
con esa confabulación tan tuya 
de mostrarme 
el ejemplo más tenaz 
de la desgracia; 
……………..… 
Y asciendo a ti, 
hipnótica, tatuada, 
con mi circuncisión 
del alma. 
…………….… 
Qué más decirte 
-abuelo Isaac, Cusiel, Abram mi padre-
qué decir más 
que no sea esta 
incapacidad de redimir 
con escritura 
la herida universal 
de Job, la única herida. 
……………... 
Siento que no hablaré, Israel, 
me has silenciado, 
que me callo, Israel, 
que me he callado (PL, 80-83). 


La realidad de Israel la sobrepasa y siente al unísono que a la muerte de su abuelo sus 
raíces se extienden hacia ella pero su lengua se enrosca ante las penosas circunstancias 
que vive este país. Así, Porzecanski transforma este poema en uno de duelo doble: por su 


32 Ibid. 



abuelo y por Israel, convirtiendo un epitafio en un desafío político, confirmando una vez 
más el hábil poder transformador de su escritura. 


Las últimas tres “conversaciones con Dios” se refieren a su proyecto de “comer otra 
manzana, Eva”, “antes de fallecer”(PL, 84-85) -promesa que veremos cumple cuando 
analicemos su última colección de poesías-; a su frustración por ser incapaz de inscribir o 
escribir el Libro de Daniel (PL, 86-87) y a un “rey” “que heredó un templo” y que no 
cumple con sus funciones monárquicas: “quien es rey en verdad sabe su oficio/ y quien 
no lo sabe no lo haga.” (PL, 88), otro comentario político irónico en el contexto de este 
conjunto poético. 


“Esa muerte y las otras” se abre con un poema en que se queja del vaciamiento que ha 
sufrido su vida después de la muerte de su esposo, donde “lo que importa/ya no importa/ 
si importaba”. Todo es relativo, vacío y cercano a la muerte: 


…se me ha ido la fuerza 
de mi propia ternura 
y no puedo quererme 
ni siquiera a escondidas. 
Esto es morir, 
quién se anima a negarlo: 
…………….... 
en mi completo vaciamiento 
nada queda: 
hueca como estoy 
todo retumba 
en ecos distorsionados 
y perplejos… (PL, 91-92). 


El desamor la ha alcanzado en pleno y arrojado al abismo. 


De pronto cambia el tono, y tenemos un soneto cuyo ritmo chispeante no hace juego con 
el contenido lúgubre que le ha asignado la autora, lo que nos hace comprender que sólo 
coquetea con la idea de su propia muerte: 


Una virgen de luciérnagas 
desciende junto a mi cama. 
Es frío, tarde y de noche, 
es tarde, frío y me llama. 
……………… 
la muerte es una luciérnaga 
gigantesca que te invade… (PL, 91-94). 


A esa autoflagelación le sigue uno de los mejores poemas de la colección. Meditando 
sobre los últimos recuerdos de su marido ya en su lecho de muerte Porzecanski se eleva 
como poeta ontológica: 




Agotadas las aguas de mi pozo 
por dar mis luces a raudales, 
por el placer de dar enormemente, 
piadosa dar apasionadamente, 
por descubrir que me brota la ternura 
de mis úteros múltiples y humanos, 
en un acto sexual así infinito, 
como en un surtidor se eleva el agua 
y cae otra vez para inundarme, 
socavando mis cauces ya vacíos. 
……………..… 
he llegado al final, 
difícilmente, 
agotando mis recursos infructuosos, 
sin alimento o ganas de comer 
más que morirme hoy mismo 
en este pozo (PL, 95). 


Ante la inminente muerte de sus esposo su alma da un sinfín de ternura como en un “acto 
sexual infinito” que la deja exhausta y hundida en la más profunda depresión existencial. 


Los últimos momentos de contacto con esa vida que se está apagando son por demás 
hermosos y tangibles: 


Esa noche soņaste 
con un jardín inmenso 
arbolado en azul 
por donde discurrían 
invitados hermosos, 
“Pero tú te ibas”, dijiste, 
“ regresabas a casa”, 
insististe, 
“nos despedíamos”, 
volviste a decir, 
“tenías otras cosas que hacer”. 
Y jamás aclaraste 
que te quedarías allí, 
en el prado infinito 
de tu muerte 
………………. 
Nunca lo dijiste en fin: 
eso, que ibas a quedarte (PL, 96-97). 


La muerte era entonces eso: quedarse. Fin del viaje. El viaje es novelado siempre en 
Porzecanski como una metáfora de aprendizaje, el arraigamiento como una posible 
asfixia, una muerte. La poeta ahora se queja por la ausencia de una despedida formal y 



quizá por el solapado reproche de su esposo, que sueņa que ella tiene “mejores cosas que 
hacer” que acompaņarlo. Quedarse o navegar, quizá en el barco de Caronte, hacia rumbos 
inciertos: 

“Me llevaba una nave”, 
dijiste sorprendido 
……………….… 
Tu sueņo era tan claro 

que yo también lo vi. 
………………..… 
Un barco te llevaba, 
sin capitán la nave, 
movida por un timón 
secreto, mano ciega, 
y una boca muda 
te tragaba infalible, 
marchando hacia tu sino. 
A ti, que amabas el mar 
y te morías (PL, 99). 

El impacto de esta última línea surge de la contradicción de ese estar flotando en un 
medio vital, pero conducido por la entre los conceptos viaje/muerte, movimiento/quietud, 
descrubrimieto/la nada. 

Este poema complementa sin duda su última novela -Felicidades fugaces-33 dedicada 
también a su fallecido esposo, “una novela de aprendizaje, aprendizaje de las cosas 
fundamentales de la vida”,34 según la autora. Allí Porzecanski aprende a revalorar las 
pequeņas felicidades cotidianas –aquellas que su padre compartía con ella-que 
despreciamos a menudo en pos del bullicio de apetencias más glamorosas. 

La última colección cierra el poemario con un tono positivo y optimista. Es el amor que 
ha retornado: 

…Ahora es Adam el hombre 
y está consigo mismo, 
en plena resurrección 
de la carne; 
entrando en mí 
me regenera 
cambia mi piel 
lamiéndola 
a otra anterior 
aún intocada, 

33 Porzecanki, Teresa Felicidades fugaces. Montevideo: Planeta, 2002. 

34 Valverde, “Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá”, Op.Cit. 



de prístino reptil, 
antiguo. 
Sus manos no cesan de inventarme 
a partir de un elixir prehistórico 
(“estás haciéndome nacer 
de tu costilla Adam, 
dándome a luz”, le digo) 
y perfilan ya 
mi nuevo cuerpo 
alcoholizado, 
y este esqueleto diáfano, 
traslúcido en verdad, 
iluminado. 
Soy sin pasado ahora, 
ni putrefacción, le digo, 
he olvidado todas 
mis muertes, mis andares; 
vengo/de tu fragua terrestre, 
voy 
hacia la entraņa 
derretida del planeta. 
Primer Hombre, eres hecho 
por Aquel para mi Gracia, 
lavo tus pies, 
divina unción, la cópula 
sagrada se recorta 
contra el horizonte plomizo 
del invierno. 
Es junio cuando te conocí (PL, 103-105). 


Vemos aquí a Porzecanski esculpiendo sus letras hasta hacerlas tintinear en los oídos, 
entre sus emociones y su raciocinio, entre lo antropológico y lo divino. 

Es que Dios representa para Porzecanski ese “trascendental sensible” del que habla 
Irigaray. Lo divino está en contacto directo con las pasiones, que resultan esenciales para 
construir una “ética de la alteridad”35 porque exponen las entraņas del mundo 
falocéntrico. Ambas pensadoras coinciden en que es precisamente la pasión lo que nos 
humaniza y nos abre a la posibilidad de un genuino intercambio entre los géneros: 

En fragua estoy, 
derretimiento pleno, 
transfiguración, 
magma opulento, 
si el hombre 
extiende 

35 Irigaray, Divine Women, Op.Cit. 



su brazo férreo 
hacia mi hondura. 
Su toque me paraliza, 
por algo mineral, 
de tierra apisonada, 
de condensada roca. 
Es una daga suya 
la que abre 
mi vientre 
de pronto extraordinario, 
daga que entibia 
la lenta respiración 
de mis entraņas 
y enciende el fuego 
seņero de la tripa 
y la incendia por fin 
hasta quemarla, 
piernas y brazos 
imbricados: 
un nuevo cuerpo 
monstruoso 
va emergiendo, 
cuando me toca 
Es por el hombre, dije, 
por este hombre, digo, 
que en fragua estoy (PL, 106-107). 

La escritora se transforma ahora en una “pérfida hechicera” que: 

…permanece rendida 
ante tu falo inmenso. 
Como las gatas, lame 
todo vestigio intenso 
de sudor o de sangre. 
Pretende disolver 
tu piel marcada 
por cicatrices viejas 
y por viejas escamas, 
desollarte hasta el fin, 
regenerando así, 
por fin y sin estigmas, 
la nueva telaraņa. 
Ha largamente orado 
a su ancestral alquimia, 
ha cumplido los ritos 
a los dioses sagrados; 



se arrodilla a tus pies 
ya condenada, 
-profetisa de muerte, 
hereje, iconoclasta-
limpiando con su lengua 
el ardor de tus lágrimas (PL, 108)”. 


La hechicera y la diosa se conjugan para cumplir los rituales amorosos. “Embriagada y 
sedienta/bebo desde tu fondo,/de los tiempos antiguos/esa procacidad ampulosa/del 
líquido vital (PL, 109)”. Adam ha vuelto a crear otra mujer de su mágica costilla, pero en 
un acto simbólico de toma de poder, la mujer incorpora en ella las cualidades masculinas 
que, haciéndola auto suficiente, la liberen finalmente del yugo de los hombres. Es la 
mujer en plena revolución, como una entidad sexual y espiritual autónoma, objeto pero 
también sujeto de deseo, punto fundamental de partida de un movimiento radical 
feminista. 


Porzecanski busca el infinito en un ámbito poético multidimensional donde tiempo y 
espacio se unen en comunión dialógica y la mujer se proyecta al ámbito cósmico: 


…flota en el cielo denso 
una sombra de niņo. 
Dos ojos y un latido, 
un torso desvalido, 
“déjanos ser, permítenos, 
danos la forma, vívenos.” 
Allá lejos, sonámbulos, 
nuestros ancestros miran, 
se regocijan, ríen, 
en su complicidad (PL, 109)”. 


Una vez más la sombra de ese tótem se hace presente y la muerte tiņe el momento vital. 


Palabra líquida, la última colección de poemas de Teresa Porzecanski es, tal como lo 
planteó la autora en su proyecto de escritura, “una forma de investigación, de 
exploración”36 que la lleva a replantearse constantes de su obra, cuestionando desde ella 
la relación vida/muerte, el peso de su genealogía y la posición social y sexual de la mujer. 
Eros y Tanatos, que exponen desafiantes la finitud humana, son pivotes alrededor de los 
cuales mueve su poética apuntando a un sondeo ontológico/religioso en que edifica su 
propia identidad. 


Ecos de una experiencia ancestral místico-religiosa reverberan en toda su obra y se hacen 
presentes claramente en este último poemario. Porzecanski siempre intenta articular 
aquello que se ha postulado como innombrable no sólo desde el ámbito femenino, sino 
dentro de la esfera religiosa. Su búsqueda lingüística se transforma entonces en 
ontológica y divina, las palabras se convierten en arma de denuncia contra las que lucha 


36 Ver Valverde, “Otra taza de café con Porzecanski” en Perfumes letales, op.cit. 



para expresar su rebelión contra el orden social imperante, en el cual la mujer ha sido 
relegada a segundona cósmica. 

Su poesía no es un escape hacia lo imaginario, sino un discurso político que derrumba las 
barreras entre lo privado y lo público, entre realidad y espíritu, fiel a los parámetros del 
mundo permeable de la posmodernidad. Menstruación, y maternidad pasan a ser temas 
medulares. 

Porzecanski toma la palabra desde el centro mismo de su mundo de mujer para erotizarse, 
concebir y parir sin reparos ni limitaciones. La “economía libidinal femenina”37 ya es un 
mero recuerdo. 

37 Ver H. Cixous, “Le Sexe ou la tęte?” Les Cahiers du GRIF, 13, pp. 5-15. 


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