Liquidando cuentas: la última poesía de Teresa Porzecanski
Estela Valverde, Macquarie University
Teresa Porzecanski no es una escritora conocida por su poesía, aunque es un género en
cual se aventuró desde su infancia literaria. Escritora multifacética, su obra se consolida
en lo narrativo, que le ha brindado numerosos premios literarios.1 Sus novelas se
alimentan de lecturas de ensayos filosóficos que se traslucen claramente en su obra y que
paralelan muchos axiomas de las más destacadas pensadoras feministas francesas
especialmente Cixous e Irigaray-en cuanto a su búsqueda de un espacio narrativo donde
la mujer reivindique y recupere su historia, su genealogía, su conocimiento y su
expresión. Este ensayo se centrará en su último libro de poesía -Palabra líquida-2
publicado recientemente.
Una de las características en la obra de Teresa Porzecanski es su notoria persistencia en
crear vasos comunicantes con obras anteriores, de distintos géneros e inclusive
disciplinas, que abordan temas recurrentes y obsesivos dentro de su imaginario. Me
refiero a su interés en el poder transformativo del amor y la muerte, al cuerpo como esa
piel del alma que limita su vuelo, al agobiante peso espiritual de su tótem de
antepasados, poderosas raíces étnico-religiosas que le hablan a través del tiempo y del
espacio, y que se mezclan con sus intereses y obra antropológica.3 Es que esta escritora es
-además de poeta, prolífica novelista y ensayista-profesora universitaria de antropología.
Su último poemario -Palabra líquida-confirma esos temas recurrentes a través de toda
su obra y representa simbólica y físicamente esos vasos comunicantes, al estar compuesto
por una colección de poemas seleccionados de sus dos poemarios anteriores -Esta
manzana roja (cuentos y poesía) (1972) e Intacto el corazón (1976) por el que obtuviera
el Premio Remuneraciones Literarias: Mejor Obra en Poesía del Ministerio de Educación
y Cultura -y tres poemas nuevos que complementan y profundizan esta nueva colección.
La contratapa del libro anuncia claramente este proyecto:
1 Teresa Porzecanski ha obtenido los siguientes premios por su narrativa: 1967: Premio Remuneraciones
Literarias: Mejor Obra Narrativa, Ministerio de Instrucción Pública por El acertijo y otros cuentos.
(Cuentos); 1986: Mención de Honor, Narrativa, Intendencia Municipal de Montevideo por Ciudad impune.
(Cuentos);1988: Fulbright Senior Grant. Fulbright Committee, Centre for International Exchange,
Washington; 1989: Segundo Premio en Narrativa, Intendencia Municipal de Montevideo por Mesías en
Montevideo. (Novela); 1992-93: Beca Guggenheim. John Simon Guggenheim Memorial Foundation, New
York. (Fiction); 1995: Premio Bartolomé Hidalgo por mejor novela del bienio; 1993-94: Cámara del Libro
de Uruguay y Tercer Premio de Novela, Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay por Perfumes de
Cartago. (Novela); (2004) Premio a la Cultura Uruguaya Morosoli de Plata en Literatura por toda la obra
publicada. Fundación Lolita Rubial, Uruguay; (2005) Beca de la Fundación Rockefeller para una estadía
en el Bellagio Study Center, Bellagio, Italia.
2 Porzecanski, Teresa Palabra líquida. Montevideo: Atico Ediciones, 2006. De aquí en adelante citado
como PL. El número de las páginas citadas aparecerán en el texto.
3 Por un detallado análisis de su obra narrativa y una completa bibliografía de su obra ver Estela Valverde,
Perfumes letales y banquetes eróticos: los mundos de Teresa Porzecanski. Montevideo: Linardi y Risso,
2005.
PALABRA LIQUIDA congrega algunos poemas seleccionados de Intacto el
corazón (1976), otros de Esta manzana roja (1972), ya sea en versión original o
transformándolos parcialmente por el continuo reacomodamiento de sonidos,
imágenes y significados. Sumado a ello, Pequeņas conversaciones con Dios, Esa
muerte y las otras, y Adam, dan a conocer poemas inéditos, escritos
intermitentemente a lo largo de las últimas tres décadas. No hay textos
definitivos, terminados; todo está en proceso continuo de regeneración y sujeto a
los vaivenes de la expresividad imprevista que rotulan los momentos vitales (PL,
Contratapa).
Y esta última frase nos aproxima definitivamente al ideario de Porzecanski,
perfeccionista al máximo de sus palabras, tal como lo confiesa personalmente:
Para mí escribir es como esculpir, una tarea ardua. Yo vuelvo sobre lo escrito,
cincelo el texto hasta que logro la perfección
yo pienso que mi escritura es la escritura de una pintora, o sea, es una escritura
que describe como (sic) un pintor dibujaría eso, ŋno? Siempre me imagino al
Bosco, o a otros pintores del Renacimiento, con una gran carga de simbolismo,
pero además con un cuidado del detalle de la cosa terminada, terminada hasta la
obsesión última.4
Esta obsesión última que lleva a la autora a reeditar selectivamente sus poemas 30 aņos
después, escogiendo los memorables, cincelando algunos de ellos quizá porque Una
manzana roja era uno de esos hijos de los cuales ella se sentía separada-5 y agregando
sus nuevas incursiones en el género, esas tres últimas adiciones que consuman a
Porzecanki como una lograda poeta de la angustia existencial: Pequeņas conversaciones
con Dios, Esa muerte y las otras y Adam. El título de la colección nos habla precisamente
de ese ajuste de cuentas que hace consigo misma, a través del cual al mismo tiempo
liquida simbólicamente aún más su palabra, haciéndola fluir a través del tiempo y del
espacio.
Es que Teresa Porzecanski usa la escritura como un instrumento de búsqueda, porque
confiesa que su verdadera vocación es la filosofía.6 No en vano ella se ha identificado
con Clarice Lispector,7 pues ambas escritoras esculpen narrativas de descubrimiento
similares y desmadejan un profundo componente pasional. Podríamos decir que la
exploración de Porzecanski, que comienza con una atención y crítica a la palabra misma
y una exploración a través de esa palabra -compartiendo los intereses de Kristeva y
Cixous-; pasa luego -a lo Irigaray-a ocuparse en crear un espacio y una genealogía para
la mujer.
4 Valverde, Estela Buceando a ciegas: primer encuentro con Porzecanski entrevista con Teresa
Porzecanski otorgada en Montevideo el 17 de febrero de 1995 y editada en Perfumes letales, op. cit. p. 142.
5 Ver op. cit., p. 150.
6 Op. cit, p. 152.
7 Op. cit. p. 155.
"Todo está relacionado con todo
y todo puede ser leído, interpretado... No queremos
que nos obliguen a una vida separada del cosmos
porque estamos ligados
inevitablemente a las estrellas,"8 dice uno de sus personajes femeninos. Esa preocupación
ontológica es precisamente la que la guía en su búsqueda genealógica, mitológica,
espiritual y lingüística.
Porzecanski sostiene que la escritura que hacemos como mujeres tiende a una triple
marca que ella denomina desborde, ruptura e intersticio. Desborde en cuanto a su
búsqueda de libertad de expresión; ruptura entendida como un intento de desdibujar
los consensos establecidos por los discursos ya legitimados y des-estereotipar algunos
de los cánones de esa femineidad social e intersticio por el afán de hablar de lo no
importante
no relevantes para la mirada del discurso patriarcal:
Escritura que revisa, que redefine los desfasajes [sic] entre biología y cultura,
entre autonomía y dependencia, entre cuerpo y pensamiento, entre sensibilidad y
raciocinio, la escritura de las mujeres hace notar y problematiza las categorías
más ocultas de los prejuicios de género.9
A través de su obra Porzecanski se alinea definitivamente con esta propuesta literaria,
denunciando el destino asignado al cuerpo de la mujer, quejándose de esa obligación al
despliegue de belleza y buenos modales, al sufrir y callar a que nos han condenado desde
el comienzo bíblico de nuestros días:
Si la lengua y la escritura posibilitan una forma de conocimiento, una exploración
de mundo y del sentido de las cosas, no sorprende entonces el hecho de que las
mujeres sientan de pronto y con intensidad, la necesidad de desbordarse en el
empuje expresivo con que combaten su tradicional simulacro de silencio. La
escritura femenina intenta atravesar ese cuerpo constreņido por los maniquíes, la
cirugía, la gimnasia, la obligación de no envejecer, las dietas para adelgazar, ese
cuerpo deserotizado por las licuadoras, las lavadoras, los anticonceptivos, los
detergentes, y apunta a liberar las mentes abrumadas por las presiones de la
publicidad y la industria. Buscando aquello que se le ha decretado prohibido, que
es nada menos que sí misma, la escritura de la mujer separa uno a uno los
emblemas que encubren su pretérito silencio decretado por otros.10
El simulacro de silencio es roto finalmente por Porzecanski al denunciar cómo las
categorías sociales son literalmente inscriptas en el cuerpo femenino, con sus
prescripciones específicas acerca de los colores con qué pintarlos (cosméticos), las
cubiertas con qué taparlos (moda), las maneras de lidiar con esos marcadores masculinos
que debemos femeneizar (el pelo y el bello corporal). Nuestro silencio debe ser ocupado
por letras y palabras que nombren, demanden y establezcan nuestro espacio como
8 Porzecanski, Teresa Carol Morgan, astróloga bajada el 10 de nov de 2004 de
http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Porzecanski/curriculum.htm9 Porzecanski, Teresa (1996) El silencio, la palabra y la construcción de lo femenino, ponencia inédita
presentada en la 22a Feria del Libro de Buenos Aires.
10 Porzecanki, 1996.
individuos con plenos derechos humanos.
Porzecanski se pone su sombrero de antropóloga para recordarnos la manera en que
nuestro cuerpo ha sido utilizado, separándonos de los hombres y su ámbito de poder y
relegándonas al entorno doméstico como segundonas cósmicas de este mundo:
El análisis de variadas mitologías relativas al peligro y a la contaminación de la
preņez, la sangre menstrual, o meramente de las mujeres, en múltiples culturas de
las llamadas "primitivas", lleva a M. Douglas a concluir que "nos encontramos
entonces con ideas de contaminación que se usan para mantener a mujeres y
hombres (separados) en las funciones que les toca desempeņar" a través de
rituales que mantienen en su lugar los roles de género y la distribución
(asimétrica) del poder.11
En ese ensayo Porzecanki hace explícita la denuncia de esos rituales a los que se enfrenta
categórica y valientemente a través de su obra, donde el cuerpo de la mujer se vuelve la
imagen central de sus obras según lo confirma la propia autora:
Cuando empecé a escribir poesía había un movimiento feminista pero las mujeres
poetas no tocaban temas como la menstruación o el embarazo. En Intacto el
corazón, mi único libro de poemas, escribí un poema que tenía que ver con los
hijos que no nacieron. Después de eso empecé en una manera solitaria a escribir
sobre estos temas---sangre, menstruación, embarazo--y hubo mujeres que
seņalaron que eso a nadie le importaba. A medida que inventaba más personajes,
yo sentía que tenían que estar esos elementos y no podría explicar por qué empecé
a desarrollarlos. Nadie escribía entonces sobre la corporalidad de la mujer, cómo
tenía sus hijos, si la madre disfrutaba o no teniendo un hijo y había todos esos
estereotipos que afirmaban que la maternidad era algo que enriquecía a la mujer,
lo más importante de su vida. No sólo destruía todo lo que había sido lugar común
sino que describía su antítesis y una manera de ser que era diferente a la manera
de ser masculina. No era una posición a tener para una escritora que recién
empezaba a escribir en el Uruguay.12
Una escritora que precisamente estaba nombrando lo que hasta ahora había sido
innombrable: los aspectos que conectan a la mujer con la creación y el mantenimiento de
la especie. La literatura de Porzecanski representa precisamente ese desborde, ruptura e
intersticio que ella misma describe.
La poesía de Porzecanski complementa dialógicamente13 su ensayo y su narrativa y se
centra alrededor de la ruptura textual, entendiendo texto como escritura contenedor de
11 Douglas, Mary Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú. Madrid: Siglo
XXI Editores, 1973.12 Flori, Mónica La narrativa de Teresa Porzecanski. Una conversación con la escritora uruguaya, Inti:
Revista de Literatura Hispánica (Cranston), Autumn; 54, 2001, 207-218. También publicado en Espéculo
(Madrid), 2001 nov-2002 feb; 19, Web site: http://www.ucm.es/info/especulo/numero19/porzecan.html.
13 Usamos el término dialógico en oposición a dialéctico en cuanto a resistencia a una reconciliación
de los opuestos y la insitencia de la reciprocidad de dos o más voces antagónicas. Anne Hermann, The
ideas-y texto como piel contenedor de fluídos, de tótems anidados en nuestros genes, de
pasados, de futuros-. Las rupturas de Porzecanski son multifacéticas y dialógicas, en
cuanto se relacionan unas con otras como vasos comunicantes que se complementan
mutuamente. Del mismo modo que sus poesías se entrelazan en Palabra líquida, porque
para Porzecanski la mujer es eso: líquido puro que se desliza entre los vericuetos de la
vida, entre la solidez del hombre, entre la vida y la muerte.
El cuerpo de las mujeres de Porzecanski no se eleva en un pedestal poético ideal como el
de Agustini, se expone a ese mundo cotidiano, secreto y pacato en el que convive, con
desafío y confianza en la palabra: la menstruación un fenómeno orgánico tabú con el cual
las mujeres tenemos que lidiar mes a mes, aņo a aņo, es escrito sin reservas ni
misticismos:
Todos los meses
un hijo de que no tuve
se me deshace en sangres
y me disuelve entraņas
En un parto pequeņo,
una muerte modesta,
la sangre, la semilla,
los tejidos, la sangre
..
Una lucha siniestra,
una muerte modesta,
no podrás ver el rostro
de cuatrocientos niņos (PL,14) .
Esta es la magia innata de la mujer: ser capaz de concebir cuatrocientos vidas, imagen
persistente en toda su obra. La sangre de las mujeres de Porzecanski explota desde sus
entraņas y ocupa un lugar preponderante en su creación literaria. La autora nos dice que
ella concibe a la mujer líquida, desde su sangre menstrual hasta todo lo que segrega su
cuerpo y ese líquido de la mujer se esparce por todos lados y derrite a los hombres,
seres sólido per se en su imaginario.14 Esta percepción paralela la visión de muchas
pensadoras feministas, especialmente de Luce Irigaray en Amante Marine quien opina
que el elemento marino representa tanto el líquido amniótico como la jouissance
femenina, con el constante vaivén de las olas, totalmente contraria a la representación
masculina de erección y flacidez, 15 roca y espuma.
Explorar elementos vicerales puede ser perturbador porque, tal como nos seņala Elaine
Scarry, las entraņas representan la esencia cultural.16 Exponer además no sólo lo
interno, sino lo secreto del cuerpo femenino es aún más controversial e insubordinado,
Dialogic and Difference: An/other woman in Virginia Woolf and Christa Wolf. New York: Columbia
University Press, 1989, p. 15.
14 Valverde (2005), p.167.
15 Irigaray, Luce Amante Marine: De Friedrich Nietzsche, Paris: Editions de Minuit, 1980, pp. 48-49.
16 Scarry, Elaine The body in pain. Oxford: Oxford UP, 1985, pp. 189-190.
sobre todo teniendo en cuenta las raíces ancestrales de la autora. En el momento en que
Porzecanski quiere comunicar lo sacro, la encontramos siendo tironeada por dos
tradiciones diferentes: sus propios parámetros judíos que aceptan que hay ámbitos
indecibles e inaccesibles para la mujer y la tradición occidental cristiana que cree que
todo puede ser expresado en forma lógica e inteligible. Ante esa disyuntiva Porzecanski
opta por decir lo indecible a lo Wittgeinstein,17 a través de un discurso que la libera del
rígido orden ancestral hegemónico y logocéntrico, guiada por las emociones que anidan
en su seno: ŋQué es esta oscura premeditación adentro mío? ŋQué, esta trampa que no
tiene huída [sic]? ŋQué, finalmente, esta horrenda prisión de engendrar carne, forma y
carne, desde la nada? 18
La poderosa imagen del paraíso sella igualmente su último libro de poesías. Palabra
líquida está contenida dentro de tapas verdes, escrito también en verde como el paraíso
mismo, sellando el simbolismo con la propia imagen de Adán y Eva en el Jardín del
Edén, momento atávico en que la mujer se convirtió en segundona cósmica.
Es interesante notar que a pesar de la posición metafísica que le asigna a la mujer,
Porzecanski denuncia ese aspecto negativo de la maternidad. En este sentido se acerca a
Kristeva quien se pregunta hasta qué punto las madres no están en el preciso polo opuesto
de la disidencia, pues al mantener la especie están perpetuando y garantizando el orden
social existente.19 El cuerpo femenino es la garantía de perpetuación de lo bueno y de lo
malo y su atadura mayor al poder falocéntrico imperante. Esa maternidad es precisamente
lo que los hombres han querido controlar desde el mismo comienzo de la creación y lo
que la hace vulnerable y dependiente.
Consciente de que el cuerpo de la mujer es portador de los misterios de la vida y la
muerte, -Yo busco lo femenino en su faz ambigua a la vez creativa y productiva pero
también gestora de la muerte.-20 explora los contactos corporales entre ellas y lo mítico,
convirtiéndolas en sacerdotisas de todo lo sagrado, en ejecutoras de hechos mágicos,
milagrosos (Perfumes, 8), porque desde su punto de vista antropológico, considera que
es ésta una característica humana y hasta nacional:
Estoy convencida de que los seres humanos, y la sociedad uruguaya
especialmente, no rigen sus acciones por caminos racionales, sino que buscan un
sentido mágico. Ese sentido lo buscan dónde sea y a partir de lo que sea.21
En la obra literaria de Porzecanski la mujer pare, sangra y gime y esa trasgresión del
orden privado que es catapultado hacia el orden público sin tapujos ni gestos
17 Por una síntesis del pensamiento de Ludwig Wittgenstein en su Tractatus Logico-Philosophicus, ver
Langer, Susanne K., Discursive and Presentational Forms en Robert E. Innis Semiotics, London,
Hutchinson Group, 1985.
18 Porzecanski, Teresa Una novela erótica. Montevideo: Editorial Margen, 1986; 2Š edición: Montevideo,
Editorial Planeta, 2000, p. 27.
19 Ver Julia Kristeva, Un Nouveau Type dintellectuel: Le dissident, Tel Quel , 74 (1977) , pp. 3-8.
20 Valverde, Estela Buceando a ciegas, p. 145.
21 Valverde, (2005), p. 160.
protectores 22 es de por sí un acto político, es el discurso feminista que proclama que ya
no existen barreras entre lo público y lo privado porque los límites dentro de la
posmodernidad se han tornado permeables.
Así, el cuerpo femenino hace un doble movimiento involutivo: Por un lado es abierto,
desacralizado, los ciclos vitales encerrados en él expuestos de un forma imprecedente en
la literatura uruguaya, cuestionados y vituperados, la maternidad vista como una
maldición más que un regalo divino. Pero irónicamente, lo que comúnmente pensamos
como desacralización ie. nombrar los jugos internos, el útero maternal, los partos,
resulta desde el punto de vista religioso lo sacralizable. Scarry nos recuerda que es el
útero, el aljibe, últimamente la sangre de Cristo, es lo que se eleva en el imaginario
religioso y se convierten en el altar divino.23 La mujer al exponer su sangre, se sacraliza
y se reposiciona en ese altar divino. Fiel a su habitual actitud transgresora, Porzecanski
personifica a Dios en el cuerpo de una mujer, desafiando el concepto de que la imagen
divina es invisible e irrepresentable para el judío y la premisa esencial de la religión
occidental de que Dios es hombre.
De pronto la sexualidad, la maternidad, las construcciones genéricas, las tradiciones
religiosas, todo se ha vuelto un tema polémico. Su poesía esclarece y confirma sin tapujos
esta característica de su obra, floreciendo dentro del ámbito doméstico, desde esos
espacios que están fuera del discurso patriarcal y donde el cuerpo de la mujer puede
expresarse libremente y con confianza:
facsimil de odalisca,
llego hasta mi cocina
esta pobre maņana
con flores y canastos
de verduras y frutas.
Entro al almuerzo humilde
increpando a las ollas,
el aceite chispea
sobre las zanahorias,
el canario aburrido,
sin alas, ya doméstico,
mastica impenitente
una nube de ruido.
Pasan ómnibus, pasan,
pasan autos, vecinas,
las gallinas cloquean
en los patios cercanos,
22 Irigaray, Luce Questions en Margaret Whitford (ed.) The Irigaray Reader. Oxford: Blackwell
Publishers, 1991, pp. 135-136.
23 Scarry analiza el altar como un artefacto en el cual se proyecta el interior del cuerpo humano hacia el
mundo. Para ella creer en las escrituras es literalmente dar vuelta como una media nuestro cuerpo
imaginar, crear la capacidad de pensamiendo simbólico y religioso comienza con la capacidad de dotar a
los eventos físicos interiores con un referente externo, no físico, p.190. (La traducción es mía.)
y solos, desatados,
aņorantes, deshechos,
los cepillos se arriman
a viejas azoteas.
Esta maņana es triste,
las lentejas se quejan
en gritos lastimeros
sobre el mantel profano.
..
Sábado alucinada refriego los zaguanes
a ver si está el muchacho de los ojos verdes,
para robarme de toda esta semana
el sabor de otro domingo triste (PL, 11-13).
Porzecanski va integrando a través de su obra todos los secretos femeninos, exponiendo
la política de la subjetividad al ámbito público. La casa y dentro de ella la cocina, que
constituye la guarida femenina por excelencia, ocupa un lugar preponderante. Es
precisamente a través de la comida, donde gran parte de la sensualidad femenina de la
mujer es expresada. Dentro de ese ámbito interior sellado al público, es el amor el que
rompe la monotonía mortuoria, la domesticidad aburrida, el que le da el incentivo de vivir
otra semana hogareņa y repetitiva. La vida cotidiana es rutinaria y monótona, pero unos
ojos verdes pueden ejercer un poder transformador y edificante: Un
acostumbramiento/al igual que una muerte,/digamos necesaria,/ para no enloquecer (PL,
15). Su poesía refleja la relación dialógica que ella siempre percibe entre la vida y la
muerte y el defasaje inquietante que trae el desconocimiento de su propio cuerpo:
Yo no soy esta sangre,
yo no soy este cuerpo,
yo no siento dolor
por estas penas.
Yo no soy estos huesos,
yo no soy estas lágrimas;
más allá del ahora
me contemplo vivir.
Y al pasar de los giros
de las órbitas áureas,
de equinoccios y cambios
de color y estación,
con los ojos abiertos,
inocentes y mudos,
yo contemplo esta muerte
porque voy a vivir (PL, 25).
Aínsa nos explica que la autora invierte el método cartesiano Pienso, luego existo:
Porzecanski piensa su cuerpo y éste le confirma su existencia. Los cuentos de Teresa
Porzecanski representan para él una dolorosa comprobación de la fragilidad del cuerpo
humano y lo difícil que es mantener el equilibrio de la mente que debe regir funciones
fisiológicas y ritmos circulatorios bajo la constante amenaza de su desarticulación. 24 Es
ese desconocimiento de su propio cuerpo que incita a la autora a jugar muchas veces con
la idea del suicidio, no sólo en la poesía sino también en su narrativa. Pensamiento
alarmante que ella camufla de distintas maneras, burlándose de sí misma y proponiendo
matar la culpa para soportar la delicia de un epitafio limpio/ y el goce de morir
simplemente olvidados (PL, 26).
Amor y muerte siempre andan de la mano en el imaginario de la autora. Ya en la primera
poesía de esta colección, nos dice:
Cruzar las puertas de sí mismo
Hacia destierro de todas las penurias.
.
y descubrir , después de todo,
que el corazón se ha mantenido intacto.
.
Pero cuando, de pronto,
con un gran estampido,
ese amor aparezca
y tengas que parirte,
allí donde conservas
intacto el corazón
(PL, 7-8).
El amor nos obliga a salir de nosotros mismos, a estrecharnos fuera de nuestra caparazón,
como un caracol que cambia de piel, a romper nuestra piel del alma, ese contenedor de
religiosidades y mitologías que, abierto, sacraliza definitivamente el cuerpo femenino y
lo lanza en una explosión cósmica hacia el infinito. Esa caparazón que ante el sufrimiento
ella solidifica y usa como escudo protector de la intrusión externa:
Por propia decisión dejé de lado,
ternuras y piedades sensibleras,
para construir este robot que bien funciona,
para armar esta caparazón
de carne de mis huesos,
este armazón de hierro de mi carne,
y el mecanismo estándar de mis pasos.
Para poder decirte no me importa,
he vomitado todos/mis temblores varios,
extirpado de mis heridas
los vendajes,
y soy un gangster por un sueldo impago,
24 Aínsa, Fernando Del canon a la periferia: Encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya,
Website: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/02427218656920720976613/p0000004.htm
También en Aínsa, Fernando Los refugios del cuerpo desarticulado, Website: http://letrasuruguay.
espaciolatino.com/ainsa/los_refugios.htma
un cero a la izquierda,
un árbol de la calle,
que te dice y repite no te quiero...(PL, 38).
Porzecanki protege su yo endureciendo su cuerpo, convirtiéndolo en un tronco
insensible que se mantiene erguido a pesar de sus guerras internas.
La expresión del deseo femenino va in crescendo en Porzecanski. Ya la palabra es capaz
de nombrarlo todo, transgrediendo las limitaciones genéricas, las pautas logocéntricas:
Soy hija primogénita
de tu paternidad invisible,
de tus deseos caros
de redimir el mundo.
.
Pero al fin, hija tuya,
de angustias ancestrales,
tú sabrás si el Profeta
concedió nuestro incesto (PL, 31).
Así en su Príncipe Azul Porzecanski invade el tabú del incesto, trayendo su padre a su
imaginario. Es que su padre jugó un papel muy importante en su vida como nos confiesa
personalmente: Con mi padre aprendí sobre el valor de las pequeņas cosas que
constituyen nuestra vida y nuestra felicidad cotidiana
un sentido del goce de la vida
El no vivía en el pasado sino en el presente, disfrutándolo al máximo...25
Nuestros antecesores dejan huellas indelebles en nuestro imaginario, marcándonos para
siempre, muy a pesar nuestro. Tanto que la autora, como tantas mujeres con un alto
sentido adiposo, compara a su padre con sus otros amores:
Parecido a vos, menos litúrgico,
de vuelo propio y raudo hacia su centro;
ignoto como vos pero más mágico,
oblicuo como vos y menos trágico.
....
el hombre que amé a trasluz de las imágenes
fue parecido a vos y sólo, parecido.
Esta ecuación absurda
también como otras cosas
significa: tú existes
aún sobre la Tierra
y llegarán tus hijos
a mi matriz abierta (PL, 32-33).
25 Valverde, Estela Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá, entrevista con Teresa Porzecanski otorgada
en Montevideo el 2 de febrero de 2005 y editada en Perfumes letales, op. cit. pp 162-165.
Esa matriz de la cual tanto ha hablado Porzecanski, poseedora del germen de los tótems
de sus antepasados, trasmisora de vida sin controles ni brújulas.
La autora no idealiza la maternidad como tal, sino que expresa esa eterna queja femenina:
la angustia de que su cuerpo esté predestinado a concebir con dolor, hecho que
desconcierta y subleva a sus personajes femeninos, como lo dice claramente en Una
novela erótica, aclarando el significado de la imagen de la tapa de su último poemario: .
. . Vade retro, hombre vade retro, Domini Dominus, no te acerques. . . Mi propia muerte
convive aquí adentro mío. Se está gestando al tiempo que mi vida. . . vuelve a la llama
eterna vomita la manzana Adám [sic], vomita todas las vísceras calientes, excreta la
manzana Adám [sic], reintegra la costilla
Y que se pueda parir sin dolor y que yo sin
dolor tenga mis hijos.26
Pero volvamos al poema en cuestión -Príncipe Azul-y a su iluminador final:
Ellos han dicho sin embargo
que no he sabido amarlos
Deseaban tanto verse
en mis entraņas
sin sospechar que esa visión
los mataría,
porque el espejo que construí
para mirarlos
me rescató también a mí
de mi ignorancia.
Yo, hija mía, no he intentado
salvar mis fueros afectivos
a costa de meras ilusiones,
ni construir un edén artificioso,
para lograr tiempos mejores.
Y aunque ellos hubieran preferido
ese trivial amor
apenas humorístico,
bien sé que los he amado
a pesar de sí mismos (PL, 44-45).
Esa queja de su familia de no saber amarlos resuena en mis oídos de varias de mis
colegas dedicadas al servicio social. Sus familias resienten que esa madre se dedique a
otros más que a ellos mismos, reclamo que Porzecanski confiesa muy certero. Así esta
poesía que cierra Príncipe Azul pone los puntos sobre las íes en cuanto a sentimientos
familiares. Dirigido especialmente a su hija, es un recordatorio de las tensiones
madre/hija que ella sufrió personalmente durante muchos aņos.27
26 Porzecanski, Una novela erótica, op. cit., pp. 76-77.
27 Ver Valverde, Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá, Op.Cit.
A la colección de Príncipe Azul la sigue Orfandades marcando claramente el estado
de ánimo de la autora y posicionándose como autora máxima de sus obras, única
responsable y actora de su propia vida:
Nadie puede darnos/la gloria verdadera.
.
Hojas de parra edénicas
no bastan;
.
Somos los padres, los hermanos,
de nuestro propio yo,
somos los hijos
iconoclastas, desahuciados,
meras muestras de Dios
libradas a su suerte.
Huérfanos de lo rotundo,
..
la orfandad nos regresa
al punto de partida:
más que tú mismo, ningún otro
decide
la gloria verdadera (PL, 51-52).
Aquí tenemos una Porzecanski desilusionada y racional, expresando sus pesares en un
tono plenamente existencial dentro de una soledad iluminadora, enfatizando
simbólicamente esa mujer que toma decisiones por su cuenta. Ya su fe no le alcanza para
justificar su vida: somos nuestra propia creación y es bueno recordarlo antes de caer en
pesimismos trágicos. Es el mismo sentido de soledad que expresa también en su
colección Lugares: En el aeropuerto/había una mujer llorando;/llegaba o partía hacia
algún lado/y lloraba y lloraba en el recinto
(PL, 55).
El tema del viaje es persistente en su obra y se liga al pasado inmigratorio de ambos
padres. Pero la alegría del viaje de otras obra contrasta con la tristeza de esta mujer que
deja sin duda seres queridos en pos de otros horizontes. Quizá sea su expresión
inconsciente de la angustia de ver emigrar a sus propios hijos a otras tierras, expresada en
su yo solo quiero que me dejen quieta,/simplemente que me dejen quieta (PL, 56),
rechazando unirse a su familia en el viaje y planeando bajar las persianas del cuarto de su
hotel y empezar el viaje verdadero (PL, 56), borgiano por demás y un tanto trágico.
Lugares habla precisamente de la relatividad del tiempo y del espacio, simbolizada en
las fotos emblemáticas de los viajes bajo marcos desgastados (PL, 59) y el camisón de
Otilia, hecho ya jirones, dejado en un hotel de Lima, recuerdo de una indiscreción que
sólo ella recordará de por vida.
La próxima colección del libro Esta manzana roja habla del proceso de represión
sufrido en Uruguay durante la dictadura que cubrió al país de tortura, de sangre,/ y
ateridos cadáveres (PL, 65). Dentro del horror y el caos sólo el amor ha permanecido
intocable:
Pero nunca podrán deshacer
tu pequeņa pelea,
tu gesto digno,
la ternura escondida
y resguardada,
el humilde afán
de tus entraņas.
Recibí el oscuro
mensaje de tu incendio
y, por haber ardido
sé que nadie podrá
quitarnos
el puro acto
primigenio (PL,66) .
Ese acto primigenio que es para Porzecanski transformador y único, pequeņa muerte,
síncope que rompe el fluir de la conciencia según Cléments28 y que nos abre en otras
dimensiones: El momento en el que estás debajo de un hombre, y él te cubre y todo se
transforma en hirviente caverna, guarida, nicho, piel hace decir la autora a uno de sus
personajes.29
Porzecanski, demuestra que en el cuerpo de la mujer no sólo anidan múltiple deseos y
zonas erógenas como revela Irigaray sino que, siguiendo de cerca los pasos de esta
pensadora, su obra incita a un retorno a lo cósmico, pero al mismo tiempo
preguntándonos a nosotras mismas por qué fuimos interrumpidas en nuestro proceso de
convertirnos en divinas.30 Ese cuerpo debe ser revalorado, para desentraņar esa diosa
que ha quedado enquistada en sus entraņas.
Pero esta pequeņa muerte de ahora, en medio de este tiempo de violencia y
desapariciones, es mundana y sórdida:
A la seis yo me tomé el café
y me queda hambre
para comer galletas. A las siete
expulsé sin sudor
mi mala dieta.
..
tiritamos juntos a las nueve
28 Clément, Catherine (1994) Syncope: The Philosophy of Rapture. Minneapolis and London: University of
Minnesota Press, 1994, pp. 7-12.
29 Porzecanski, Teresa La piel del alma. Montevideo: Seix Barral, 1996, p 15.
30 Irigaray, Luce Divine Women, S. Muecke (transl.), Sydney: Local Consumption Occasional Papers,
1986, p. 8.
se oxida en mis entraņas
tu profusión fecunda interminable.
Ya a las diez yo huelo a desperdicio
y a las once se me cierran los ojos (PL, 69-70)
Es la rutina del amor, esa rutina que termina matándolo. Aquí el cuerpo de la mujer se
muestra tal cual es, sin tapujos: expulsa sus residuos, se convierte luego en receptáculo de
profusiones malolientes, para morir simbólicamente en el encuentro con el Otro. Son
tiempos de guerra y Porzecanski los canta así.. Lo que tú eras/ y yo pude haber sido/ya
no existe (PL, 71) declara al final, cerrando esta relación dolorosa y el pasado sangriento
para abrirse en un diálogo sin Dios y con la muerte: Comenzamos a hundirnos, no
rezamos/y hemos muerto/dulcemente/a medianoche (PL, 70).
Tanatos es precisamente el que marca sus próximas dos nuevas colecciones que cierran el
libro, inspiradas por la muerte de su padre y de su esposo:
perder a alguien querido te
transforma31, nos confiesa la escritora. Así Pequeņas conversaciones con Dios subtitulada
Judía-está dedicada a la muerte de su padre:
Escribo y un anciano
de barba refulgente
y de huesos pienso tan traslúcidos,
que parece sin cuerpo
y sin embargo,
se arrastra y atraviesa
el burdel acuoso
de la Historia
(PL, 77).
En el imaginario de Porzecanski los muertos conviven con los vivos, marcando su
presente y su futuro y haciéndose oír como un tótem de antepasados que arraigan y guían
a los vivos:
Porque son muertos
y más muertos que me miran,
a su pesar, espectros
desacatados, tercos.
Porque están muertos
y me miran,
y porque yo,
también los miro (PL,79).
Se resisten a ser relegados al olvido, tercamente retornan a intervenir en los seres ligados
a sus genes. Son esencia y presencia de la muerte y la vida y viven en su imaginario de
forma real y muchas veces perturbadora.
31 Valverde, Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá, op.cit.
Recordamos aquí un axioma de su obra que Porzecanski exploró a fondo en su novela
Felicidades fugaces: los muertos guardan el secreto de la felicidad de los vivos. Es más,
la autora declara abiertamente su ideario:
[El tótem]es vivido también como condena, como cadena, como algo que no es
fácil de romper y la idea de la modernidad de que un sujeto es un sujeto y no le
debe nada a nadie, para mí es totalmente falsa
Yo como estudié antropología,
conozco todas esos sistemas de creencias que sostienen que al morirse los
antepasados el sujeto lleva un pedazo de sus almas, o sea que los sujetos tienen
varias almas, como en las creencias africanas. Algunas de esas almas son las
mismas que las de sus antepasados, a través de los diferentes cuerpos de una
genealogía.32
A la muerte de su progenitor Porzecanski su alma judía toma conciencia del legado
étnico/religioso que le dejó este antepasado. Esa salmodia a su abuelo se convierte de
pronto en una hacia Israel, su tierra ancestral:
estás en mí Israel como una entraņa,
con esa confabulación tan tuya
de mostrarme
el ejemplo más tenaz
de la desgracia;
..
Y asciendo a ti,
hipnótica, tatuada,
con mi circuncisión
del alma.
.
Qué más decirte
-abuelo Isaac, Cusiel, Abram mi padre-
qué decir más
que no sea esta
incapacidad de redimir
con escritura
la herida universal
de Job, la única herida.
...
Siento que no hablaré, Israel,
me has silenciado,
que me callo, Israel,
que me he callado (PL, 80-83).
La realidad de Israel la sobrepasa y siente al unísono que a la muerte de su abuelo sus
raíces se extienden hacia ella pero su lengua se enrosca ante las penosas circunstancias
que vive este país. Así, Porzecanski transforma este poema en uno de duelo doble: por su
32 Ibid.
abuelo y por Israel, convirtiendo un epitafio en un desafío político, confirmando una vez
más el hábil poder transformador de su escritura.
Las últimas tres conversaciones con Dios se refieren a su proyecto de comer otra
manzana, Eva, antes de fallecer(PL, 84-85) -promesa que veremos cumple cuando
analicemos su última colección de poesías-; a su frustración por ser incapaz de inscribir o
escribir el Libro de Daniel (PL, 86-87) y a un rey que heredó un templo y que no
cumple con sus funciones monárquicas: quien es rey en verdad sabe su oficio/ y quien
no lo sabe no lo haga. (PL, 88), otro comentario político irónico en el contexto de este
conjunto poético.
Esa muerte y las otras se abre con un poema en que se queja del vaciamiento que ha
sufrido su vida después de la muerte de su esposo, donde lo que importa/ya no importa/
si importaba. Todo es relativo, vacío y cercano a la muerte:
se me ha ido la fuerza
de mi propia ternura
y no puedo quererme
ni siquiera a escondidas.
Esto es morir,
quién se anima a negarlo:
....
en mi completo vaciamiento
nada queda:
hueca como estoy
todo retumba
en ecos distorsionados
y perplejos
(PL, 91-92).
El desamor la ha alcanzado en pleno y arrojado al abismo.
De pronto cambia el tono, y tenemos un soneto cuyo ritmo chispeante no hace juego con
el contenido lúgubre que le ha asignado la autora, lo que nos hace comprender que sólo
coquetea con la idea de su propia muerte:
Una virgen de luciérnagas
desciende junto a mi cama.
Es frío, tarde y de noche,
es tarde, frío y me llama.
la muerte es una luciérnaga
gigantesca que te invade
(PL, 91-94).
A esa autoflagelación le sigue uno de los mejores poemas de la colección. Meditando
sobre los últimos recuerdos de su marido ya en su lecho de muerte Porzecanski se eleva
como poeta ontológica:
Agotadas las aguas de mi pozo
por dar mis luces a raudales,
por el placer de dar enormemente,
piadosa dar apasionadamente,
por descubrir que me brota la ternura
de mis úteros múltiples y humanos,
en un acto sexual así infinito,
como en un surtidor se eleva el agua
y cae otra vez para inundarme,
socavando mis cauces ya vacíos.
..
he llegado al final,
difícilmente,
agotando mis recursos infructuosos,
sin alimento o ganas de comer
más que morirme hoy mismo
en este pozo (PL, 95).
Ante la inminente muerte de sus esposo su alma da un sinfín de ternura como en un acto
sexual infinito que la deja exhausta y hundida en la más profunda depresión existencial.
Los últimos momentos de contacto con esa vida que se está apagando son por demás
hermosos y tangibles:
Esa noche soņaste
con un jardín inmenso
arbolado en azul
por donde discurrían
invitados hermosos,
Pero tú te ibas, dijiste,
regresabas a casa,
insististe,
nos despedíamos,
volviste a decir,
tenías otras cosas que hacer.
Y jamás aclaraste
que te quedarías allí,
en el prado infinito
de tu muerte
.
Nunca lo dijiste en fin:
eso, que ibas a quedarte (PL, 96-97).
La muerte era entonces eso: quedarse. Fin del viaje. El viaje es novelado siempre en
Porzecanski como una metáfora de aprendizaje, el arraigamiento como una posible
asfixia, una muerte. La poeta ahora se queja por la ausencia de una despedida formal y
quizá por el solapado reproche de su esposo, que sueņa que ella tiene mejores cosas que
hacer que acompaņarlo. Quedarse o navegar, quizá en el barco de Caronte, hacia rumbos
inciertos:
Me llevaba una nave,
dijiste sorprendido
.
Tu sueņo era tan claro
que yo también lo vi.
..
Un barco te llevaba,
sin capitán la nave,
movida por un timón
secreto, mano ciega,
y una boca muda
te tragaba infalible,
marchando hacia tu sino.
A ti, que amabas el mar
y te morías (PL, 99).
El impacto de esta última línea surge de la contradicción de ese estar flotando en un
medio vital, pero conducido por la entre los conceptos viaje/muerte, movimiento/quietud,
descrubrimieto/la nada.
Este poema complementa sin duda su última novela -Felicidades fugaces-33 dedicada
también a su fallecido esposo, una novela de aprendizaje, aprendizaje de las cosas
fundamentales de la vida,34 según la autora. Allí Porzecanski aprende a revalorar las
pequeņas felicidades cotidianas aquellas que su padre compartía con ella-que
despreciamos a menudo en pos del bullicio de apetencias más glamorosas.
La última colección cierra el poemario con un tono positivo y optimista. Es el amor que
ha retornado:
Ahora es Adam el hombre
y está consigo mismo,
en plena resurrección
de la carne;
entrando en mí
me regenera
cambia mi piel
lamiéndola
a otra anterior
aún intocada,
33 Porzecanki, Teresa Felicidades fugaces. Montevideo: Planeta, 2002.
34 Valverde, Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá, Op.Cit.
de prístino reptil,
antiguo.
Sus manos no cesan de inventarme
a partir de un elixir prehistórico
(estás haciéndome nacer
de tu costilla Adam,
dándome a luz, le digo)
y perfilan ya
mi nuevo cuerpo
alcoholizado,
y este esqueleto diáfano,
traslúcido en verdad,
iluminado.
Soy sin pasado ahora,
ni putrefacción, le digo,
he olvidado todas
mis muertes, mis andares;
vengo/de tu fragua terrestre,
voy
hacia la entraņa
derretida del planeta.
Primer Hombre, eres hecho
por Aquel para mi Gracia,
lavo tus pies,
divina unción, la cópula
sagrada se recorta
contra el horizonte plomizo
del invierno.
Es junio cuando te conocí (PL, 103-105).
Vemos aquí a Porzecanski esculpiendo sus letras hasta hacerlas tintinear en los oídos,
entre sus emociones y su raciocinio, entre lo antropológico y lo divino.
Es que Dios representa para Porzecanski ese trascendental sensible del que habla
Irigaray. Lo divino está en contacto directo con las pasiones, que resultan esenciales para
construir una ética de la alteridad35 porque exponen las entraņas del mundo
falocéntrico. Ambas pensadoras coinciden en que es precisamente la pasión lo que nos
humaniza y nos abre a la posibilidad de un genuino intercambio entre los géneros:
En fragua estoy,
derretimiento pleno,
transfiguración,
magma opulento,
si el hombre
extiende
35 Irigaray, Divine Women, Op.Cit.
su brazo férreo
hacia mi hondura.
Su toque me paraliza,
por algo mineral,
de tierra apisonada,
de condensada roca.
Es una daga suya
la que abre
mi vientre
de pronto extraordinario,
daga que entibia
la lenta respiración
de mis entraņas
y enciende el fuego
seņero de la tripa
y la incendia por fin
hasta quemarla,
piernas y brazos
imbricados:
un nuevo cuerpo
monstruoso
va emergiendo,
cuando me toca
Es por el hombre, dije,
por este hombre, digo,
que en fragua estoy (PL, 106-107).
La escritora se transforma ahora en una pérfida hechicera que:
permanece rendida
ante tu falo inmenso.
Como las gatas, lame
todo vestigio intenso
de sudor o de sangre.
Pretende disolver
tu piel marcada
por cicatrices viejas
y por viejas escamas,
desollarte hasta el fin,
regenerando así,
por fin y sin estigmas,
la nueva telaraņa.
Ha largamente orado
a su ancestral alquimia,
ha cumplido los ritos
a los dioses sagrados;
se arrodilla a tus pies
ya condenada,
-profetisa de muerte,
hereje, iconoclasta-
limpiando con su lengua
el ardor de tus lágrimas (PL, 108).
La hechicera y la diosa se conjugan para cumplir los rituales amorosos. Embriagada y
sedienta/bebo desde tu fondo,/de los tiempos antiguos/esa procacidad ampulosa/del
líquido vital (PL, 109). Adam ha vuelto a crear otra mujer de su mágica costilla, pero en
un acto simbólico de toma de poder, la mujer incorpora en ella las cualidades masculinas
que, haciéndola auto suficiente, la liberen finalmente del yugo de los hombres. Es la
mujer en plena revolución, como una entidad sexual y espiritual autónoma, objeto pero
también sujeto de deseo, punto fundamental de partida de un movimiento radical
feminista.
Porzecanski busca el infinito en un ámbito poético multidimensional donde tiempo y
espacio se unen en comunión dialógica y la mujer se proyecta al ámbito cósmico:
flota en el cielo denso
una sombra de niņo.
Dos ojos y un latido,
un torso desvalido,
déjanos ser, permítenos,
danos la forma, vívenos.
Allá lejos, sonámbulos,
nuestros ancestros miran,
se regocijan, ríen,
en su complicidad (PL, 109).
Una vez más la sombra de ese tótem se hace presente y la muerte tiņe el momento vital.
Palabra líquida, la última colección de poemas de Teresa Porzecanski es, tal como lo
planteó la autora en su proyecto de escritura, una forma de investigación, de
exploración36 que la lleva a replantearse constantes de su obra, cuestionando desde ella
la relación vida/muerte, el peso de su genealogía y la posición social y sexual de la mujer.
Eros y Tanatos, que exponen desafiantes la finitud humana, son pivotes alrededor de los
cuales mueve su poética apuntando a un sondeo ontológico/religioso en que edifica su
propia identidad.
Ecos de una experiencia ancestral místico-religiosa reverberan en toda su obra y se hacen
presentes claramente en este último poemario. Porzecanski siempre intenta articular
aquello que se ha postulado como innombrable no sólo desde el ámbito femenino, sino
dentro de la esfera religiosa. Su búsqueda lingüística se transforma entonces en
ontológica y divina, las palabras se convierten en arma de denuncia contra las que lucha
36 Ver Valverde, Otra taza de café con Porzecanski en Perfumes letales, op.cit.
para expresar su rebelión contra el orden social imperante, en el cual la mujer ha sido
relegada a segundona cósmica.
Su poesía no es un escape hacia lo imaginario, sino un discurso político que derrumba las
barreras entre lo privado y lo público, entre realidad y espíritu, fiel a los parámetros del
mundo permeable de la posmodernidad. Menstruación, y maternidad pasan a ser temas
medulares.
Porzecanski toma la palabra desde el centro mismo de su mundo de mujer para erotizarse,
concebir y parir sin reparos ni limitaciones. La economía libidinal femenina37 ya es un
mero recuerdo.
37 Ver H. Cixous, Le Sexe ou la tęte? Les Cahiers du GRIF, 13, pp. 5-15.