Entrevista en Brecha.
18 Brecha 1 de julio de 2011
CON TERESA PORZECANSKI
NO TE CANSES, NO TE ENFERMES, NO TRANSPIRES
La entrevistada define al cuerpo como un lugar misterioso, objeto de percepción, de pensamiento no racional y
de intuición. Sin embargo, también es un campo de disciplinamiento y decadencia. En “Somos cuerpo,
itinerarios y límites”* aborda estos temas.
M A R I A N G E L A G I A I M O
—¿POR QUÉ ESCRIBIR sobre
el cuerpo?
—El cuerpo posee una
importancia global, sin embargo
le damos relevancia
cuando estamos enfermos.
Me interesa mucho también
la enfermedad y la vejez, y
cómo el tiempo pasa a través
del cuerpo y cómo eso tiene
que ver con las identidades.
Ahí aparece la memoria:
cuando ves una foto tuya de
hace 20 años y decís “ésta
era yo”. Me interesan las
fragmentaciones de la identidad
que produce eso.
—Los medios masivos están
todo el tiempo pidiendo
identidades inquebrantables.
¿Qué opina sobre los avisos
de productos energizantes en
los que se apunta a un máximo
rendimiento del cuerpo?
—En la época en que vivimos,
para poder desarrollarte
en el trabajo, en la casa,
educar a los hijos, hacer la
comida, los mandados, todo,
necesitás vitaminas. Hay una
desadecuación entre las formas
de vida y lo que le exigís
al cuerpo. La vida
robotizada del cuerpo, del
rendimiento, nace con la revolución
industrial: se exige
un cuerpo que no se enferme,
que no se embarace, que
no se canse, que rinda. En
ese cuerpo va embutida la
mente. Depende del trabajo
que uno tenga, si es físico, si
es intelectual, si es un trabajo
que tiene que ver con la
creatividad. La exigencia es
que tenés que darlo todo. En
definitiva, toda la publicidad
va dirigida a que tu cuerpo
rinda más, que quiere
decir que tú rindas más, que
no estés cansada, que no tengas
sueño. ¿Por qué no habrías
de tener sueño? ¿Por
qué no habrías de estar cansada?
¿Por qué no habrías de
tener transpiración y olor?
NATURALMENTE ARTIFICIAL
—En su libro se manifiesta
una gran dicotomía: se
considera al cuerpo como sinónimo
de lo natural o de lo
biológico y al mismo tiempo
de construcción constante.
—El cuerpo es una construcción,
así como la percepción
que tenemos de él.
Cuando lo estudiamos, a
partir de las ciencias modernas
y posmodernas. Y también
cuando lo sentimos,
porque disciplinas como la
danza, la gimnasia o la
musculación, construyen sus
propias percepciones, algunas
también dicotómicas.
Puede decirse que cada campo
ha hecho del cuerpo su
propio objeto.
—El cuerpo es un signo
que va cambiando de significado
según el tiempo y el
lugar. En nuestra cultura parecería
que hay que asociarlo
a la muerte…
—¿Por qué cuando alguien
está muy cansado dice
“ay, estoy muerto”, “me
quiero morir”? Hay formas
inconscientes de reconocer
eso, lo que pasa es que estamos
en una cultura occidental
de la eterna juventud, de
ocultación de la muerte en
los CTI. Pero obviamente la
conciencia de la muerte es
una de las condiciones que
hacen a la vida, a la intensidad
de la vida. De alguna
forma las personas mayores
vuelven a ser niños, ahí
volvés a decir “esta persona
necesita higienizarse, necesita
ir al baño”; la piel se
empieza a escamar, tiene
hongos y hay que hidratar
esos cuerpos, movilizarlos
de un lado al otro. Nos preguntamos
qué hacemos con
toda esta carne. Ahí te das
cuenta del peso del cuerpo.
Todas las culturas han tenido
que inventar maneras para
considerar la vejez, la enfermedad
y la muerte, y qué
hacer con el cadáver. Pero el
cadáver puede empezar mucho
antes de la muerte en ese
proceso de anquilosamiento,
de agotamiento y de involución
del cerebro a través
de múltiples enfermedades,
como la senilidad, por
ejemplo.
La idea es que se funciona
en una cultura en la que se
acepta sólo la normalidad, y
todas las variedades o diferencias
son algo que pesa.
Hay muertes anteriores,
como el olvido, dejar a los
viejos en un residencial, todas
esas muertes anteriores.
Si alguien tiene demencia
senil nada de lo que me puede
decir es importante, ya
está muerto socialmente, familiarmente.
No digo que
esté contra eso, lo estoy describiendo,
no quiero que esto
parezca una reivindicación
de nada, no estoy reivindicando,
soy una antropóloga,
tomo un tema y lo empiezo a
desbrozar.
CONTROL O PROGRESO
—Usted aborda tres autores
como Marcuse, Freud
y Elías, que tienen en común
el tema del control.
¿Es con la autorrepresión
corporal que hay progreso
social?
—La idea del disciplinamiento
es muy interesante,
y poco entendida y comprendida.
En algunos pensadores
como Foucault la idea
de represión es la clásica:
me reprimen toda mi espontaneidad,
por lo tanto mis
impulsos. Pero para Freud y
para Elías es el nacimiento
de la posibilidad de convivencia.
Porque si yo saliera
a la calle con mis impulsos
espontáneos y mis necesidades
fisiológicas expuestas
no habría una sociedad,
se desintegraría. El concepto
de disciplinamiento es
fundamental, y lo que quise
hacer en el libro es que se
comprenda, en oposición a
Foucault.
Parece que el concepto
de represión es algo malo;
pero es lo que permite que la
gente conviva, por lo tanto
hay disciplinamientos que
son necesarios. Cuanta más
gente hay en un mismo lugar,
cuanto más crece una sociedad,
cuando hay una sociedad
urbana de masas, más
necesario es el autocontrol a
partir de la enseñanza…
—¿Qué pasa hoy en día
con el autocontrol en la sociedad
uruguaya?
—Hay mucho menos que
antes. En todos los sectores.
Las formas de disciplinamiento
están insertas en las
relaciones entre las instituciones
primarias, como la familia
y los niños, y luego pasan
por el grupo de amigos, por
los vecinos y por la escuela y
el liceo. Cuando se aflojan
esas instituciones hay algo que
está fallando, y eso es en todas
las clases sociales. Todo lo
que es societario es normativo,
no es que alguien venga
e imponga la autoridad. No
se entiende así. Es normativo,
es el contrato social, si
no es normativo no se puede
convivir.
—¿Eso implica que hay
un colapso de la cohesión
social?
—Esa es una linda palabra.
No sé si un colapso total,
pero hay un colapso relativo
de las formas de convivencia.
Lo que Elías propone
es que las maneras no
son algo banal, las maneras
son los signos de intercambio
que permiten la convivencia.
A partir de la Edad
Media los caballeros se encontraban
y para demostrar
que no tenían armas se daban
la mano. Mostraban que
podían hablar sin recibir
agresividad uno del otro, sin
que uno matara al otro.
En líneas generales, el
proceso de civilización es
un proceso de regulaciones
para un creciente autocontrol,
no sólo del cuerpo,
sino también de las formas
de pensamiento y de conducta.
La teoría de Elías es
psicosociogenética, es una
de las pocas teorías que aspiran
a una globalidad, a una
comprensión total.
—¿Faltan más investigaciones
sobre el cuerpo?
—Sí, las ciencias sociales
han creído que no se
trata del cuerpo cuando estudian
las sociedades. Lo
digo en el prólogo. Han estudiado
las sociedades
como si fueran entelequias.
La medicina ha estudiado
los cuerpos como objetos o
cosas con el modelo organicista
del siglo XIX, como
un mecanismo de relojería:
hay que funcionar así o así
y cuando una cosa funciona
mal, se desarma. Esos
son los modelos. Se piensa
que si sos filósofo, dedicate
al pensamiento. Como si el
pensamiento en sí fuera una
dimensión separada de quienes
lo produjeron. Hay una
mirada reductora sobre ciertos
aspectos; el pensamiento
humano, la sociedad humana,
¿qué son todas esas
cosas? Son construcciones
abstractas, pero ¿qué hay
en la realidad?: los cuerpos,
con todo lo que ello
significa.
—“Comenzará la blanda
lucha que se prolonga a lo
largo de la noche. Entre tu
cuerpo y esa textura donde la
humedad encontró refugio”,
dice su libro al inicio…
—Es de Clima húmedo,
de Fernando Aínsa. Elegí
una frase que habla sobre
esa sensación del cuerpo,
ésa cuando uno se acuesta
en unas sábanas que no están
del todo secas. Es ahí
cuando sentís el cuerpo. Si
no, mientras el cuerpo no te
moleste vas, seguís, seguís,
seguís.
* Editorial Trilce, 2011.
“Las señoritas de Avignon”, de Pablo Picasso
CON TERESA PORZECANSKI
NO TE CANSES, NO TE ENFERMES, NO TRANSPIRES
La entrevistada define al cuerpo como un lugar misterioso, objeto de percepción, de pensamiento no racional y
de intuición. Sin embargo, también es un campo de disciplinamiento y decadencia. En “Somos cuerpo,
itinerarios y límites”* aborda estos temas.
M A R I A N G E L A G I A I M O
—¿POR QUÉ ESCRIBIR sobre
el cuerpo?
—El cuerpo posee una
importancia global, sin embargo
le damos relevancia
cuando estamos enfermos.
Me interesa mucho también
la enfermedad y la vejez, y
cómo el tiempo pasa a través
del cuerpo y cómo eso tiene
que ver con las identidades.
Ahí aparece la memoria:
cuando ves una foto tuya de
hace 20 años y decís “ésta
era yo”. Me interesan las
fragmentaciones de la identidad
que produce eso.
—Los medios masivos están
todo el tiempo pidiendo
identidades inquebrantables.
¿Qué opina sobre los avisos
de productos energizantes en
los que se apunta a un máximo
rendimiento del cuerpo?
—En la época en que vivimos,
para poder desarrollarte
en el trabajo, en la casa,
educar a los hijos, hacer la
comida, los mandados, todo,
necesitás vitaminas. Hay una
desadecuación entre las formas
de vida y lo que le exigís
al cuerpo. La vida
robotizada del cuerpo, del
rendimiento, nace con la revolución
industrial: se exige
un cuerpo que no se enferme,
que no se embarace, que
no se canse, que rinda. En
ese cuerpo va embutida la
mente. Depende del trabajo
que uno tenga, si es físico, si
es intelectual, si es un trabajo
que tiene que ver con la
creatividad. La exigencia es
que tenés que darlo todo. En
definitiva, toda la publicidad
va dirigida a que tu cuerpo
rinda más, que quiere
decir que tú rindas más, que
no estés cansada, que no tengas
sueño. ¿Por qué no habrías
de tener sueño? ¿Por
qué no habrías de estar cansada?
¿Por qué no habrías de
tener transpiración y olor?
NATURALMENTE ARTIFICIAL
—En su libro se manifiesta
una gran dicotomía: se
considera al cuerpo como sinónimo
de lo natural o de lo
biológico y al mismo tiempo
de construcción constante.
—El cuerpo es una construcción,
así como la percepción
que tenemos de él.
Cuando lo estudiamos, a
partir de las ciencias modernas
y posmodernas. Y también
cuando lo sentimos,
porque disciplinas como la
danza, la gimnasia o la
musculación, construyen sus
propias percepciones, algunas
también dicotómicas.
Puede decirse que cada campo
ha hecho del cuerpo su
propio objeto.
—El cuerpo es un signo
que va cambiando de significado
según el tiempo y el
lugar. En nuestra cultura parecería
que hay que asociarlo
a la muerte…
—¿Por qué cuando alguien
está muy cansado dice
“ay, estoy muerto”, “me
quiero morir”? Hay formas
inconscientes de reconocer
eso, lo que pasa es que estamos
en una cultura occidental
de la eterna juventud, de
ocultación de la muerte en
los CTI. Pero obviamente la
conciencia de la muerte es
una de las condiciones que
hacen a la vida, a la intensidad
de la vida. De alguna
forma las personas mayores
vuelven a ser niños, ahí
volvés a decir “esta persona
necesita higienizarse, necesita
ir al baño”; la piel se
empieza a escamar, tiene
hongos y hay que hidratar
esos cuerpos, movilizarlos
de un lado al otro. Nos preguntamos
qué hacemos con
toda esta carne. Ahí te das
cuenta del peso del cuerpo.
Todas las culturas han tenido
que inventar maneras para
considerar la vejez, la enfermedad
y la muerte, y qué
hacer con el cadáver. Pero el
cadáver puede empezar mucho
antes de la muerte en ese
proceso de anquilosamiento,
de agotamiento y de involución
del cerebro a través
de múltiples enfermedades,
como la senilidad, por
ejemplo.
La idea es que se funciona
en una cultura en la que se
acepta sólo la normalidad, y
todas las variedades o diferencias
son algo que pesa.
Hay muertes anteriores,
como el olvido, dejar a los
viejos en un residencial, todas
esas muertes anteriores.
Si alguien tiene demencia
senil nada de lo que me puede
decir es importante, ya
está muerto socialmente, familiarmente.
No digo que
esté contra eso, lo estoy describiendo,
no quiero que esto
parezca una reivindicación
de nada, no estoy reivindicando,
soy una antropóloga,
tomo un tema y lo empiezo a
desbrozar.
CONTROL O PROGRESO
—Usted aborda tres autores
como Marcuse, Freud
y Elías, que tienen en común
el tema del control.
¿Es con la autorrepresión
corporal que hay progreso
social?
—La idea del disciplinamiento
es muy interesante,
y poco entendida y comprendida.
En algunos pensadores
como Foucault la idea
de represión es la clásica:
me reprimen toda mi espontaneidad,
por lo tanto mis
impulsos. Pero para Freud y
para Elías es el nacimiento
de la posibilidad de convivencia.
Porque si yo saliera
a la calle con mis impulsos
espontáneos y mis necesidades
fisiológicas expuestas
no habría una sociedad,
se desintegraría. El concepto
de disciplinamiento es
fundamental, y lo que quise
hacer en el libro es que se
comprenda, en oposición a
Foucault.
Parece que el concepto
de represión es algo malo;
pero es lo que permite que la
gente conviva, por lo tanto
hay disciplinamientos que
son necesarios. Cuanta más
gente hay en un mismo lugar,
cuanto más crece una sociedad,
cuando hay una sociedad
urbana de masas, más
necesario es el autocontrol a
partir de la enseñanza…
—¿Qué pasa hoy en día
con el autocontrol en la sociedad
uruguaya?
—Hay mucho menos que
antes. En todos los sectores.
Las formas de disciplinamiento
están insertas en las
relaciones entre las instituciones
primarias, como la familia
y los niños, y luego pasan
por el grupo de amigos, por
los vecinos y por la escuela y
el liceo. Cuando se aflojan
esas instituciones hay algo que
está fallando, y eso es en todas
las clases sociales. Todo lo
que es societario es normativo,
no es que alguien venga
e imponga la autoridad. No
se entiende así. Es normativo,
es el contrato social, si
no es normativo no se puede
convivir.
—¿Eso implica que hay
un colapso de la cohesión
social?
—Esa es una linda palabra.
No sé si un colapso total,
pero hay un colapso relativo
de las formas de convivencia.
Lo que Elías propone
es que las maneras no
son algo banal, las maneras
son los signos de intercambio
que permiten la convivencia.
A partir de la Edad
Media los caballeros se encontraban
y para demostrar
que no tenían armas se daban
la mano. Mostraban que
podían hablar sin recibir
agresividad uno del otro, sin
que uno matara al otro.
En líneas generales, el
proceso de civilización es
un proceso de regulaciones
para un creciente autocontrol,
no sólo del cuerpo,
sino también de las formas
de pensamiento y de conducta.
La teoría de Elías es
psicosociogenética, es una
de las pocas teorías que aspiran
a una globalidad, a una
comprensión total.
—¿Faltan más investigaciones
sobre el cuerpo?
—Sí, las ciencias sociales
han creído que no se
trata del cuerpo cuando estudian
las sociedades. Lo
digo en el prólogo. Han estudiado
las sociedades
como si fueran entelequias.
La medicina ha estudiado
los cuerpos como objetos o
cosas con el modelo organicista
del siglo XIX, como
un mecanismo de relojería:
hay que funcionar así o así
y cuando una cosa funciona
mal, se desarma. Esos
son los modelos. Se piensa
que si sos filósofo, dedicate
al pensamiento. Como si el
pensamiento en sí fuera una
dimensión separada de quienes
lo produjeron. Hay una
mirada reductora sobre ciertos
aspectos; el pensamiento
humano, la sociedad humana,
¿qué son todas esas
cosas? Son construcciones
abstractas, pero ¿qué hay
en la realidad?: los cuerpos,
con todo lo que ello
significa.
—“Comenzará la blanda
lucha que se prolonga a lo
largo de la noche. Entre tu
cuerpo y esa textura donde la
humedad encontró refugio”,
dice su libro al inicio…
—Es de Clima húmedo,
de Fernando Aínsa. Elegí
una frase que habla sobre
esa sensación del cuerpo,
ésa cuando uno se acuesta
en unas sábanas que no están
del todo secas. Es ahí
cuando sentís el cuerpo. Si
no, mientras el cuerpo no te
moleste vas, seguís, seguís,
seguís.
* Editorial Trilce, 2011.
“Las señoritas de Avignon”, de Pablo Picasso